Ser Sucrense |
Antonio Dubravcic Luksic
Ser Sucrense, es cantar la cueca “Flor de Chuquisaca” mientras admiras los "lilas tarkos" del Parque Bolívar y los alrededores de las avenidas de Sucre, degustar
un chorizo en las Siete Lunares con un ajicito padillense, comer los quesos
frescos de Azurduy, tomar los vinos de Camargo, y guitarrear, y dar serenatas
hasta el amanecer.
Ser servicial con el gringo que te pregunta dónde queda el Che Ratón, porque le
han contado de sus picantes mixtos. Si viajaras tierras adentro, te atenderían de película con un
churrasco a lo chaqueño en Monteagudo y Muyupampa.
Ser sucrense es pasear por el Inisterio en busca de su agua para la inteligencia
y, si no la encuentras, hasta que aparezca, tomarte una chicha empulada
Desfilar en la fiesta patria de punta en blanco por la Plaza 25 de Mayo y
después enfilar para el Patio, donde esperan las empanadas con refrescos. Más
tarde llegará el mondongo y, de fondo, el ritmo cadencioso de don Román Romero
Soñar despierto con la
solitaria quena de Joaquín Loayza.
Ser sucrense, es ser fuerte como el cemento, añejo como un dinosaurio. Ser
paciente como un roble, mientras esperas y esperas la materialización de nuevas
avenidas
Ser loco orgulloso de tu equipo liguero, del charango de Villa Serrano, el más
grande del mundo; de la reina chuquisaqueña, la más hermosa de Bolivia.
Ser joven de espíritu y bolichear por la Nicolás Ortiz o la Avenida de las
Américas, calentando motores que al día siguiente se agita la bandera a cuadros
en el Circuito Oscar Crespo.
Pero nada como la roja y blanca, tu bandera. Nada como gritar capitalía no
porque te obligan, sino porque el sentimiento regional te lo reclama. Nada como
bailar con la fe puesta en la Virgencita o como escuchar a la voz inconfundible
de Matilde Casazola en su recital poético para, más tarde, celebrar todos
juntos —locura de remate— cantando “Padillita de mi vida”.
En un día como hoy, cuando los sucrenses recuerdan el primer grito de libertad,
surgen un millón de recuerdos, de historias. Y las costumbres, pero más las
tradiciones, afloran. Porque aquí florecen rojos claveles y se cultivan los
sueños de Manuel Ascencio Padilla; aquí cabalga todavía la Juana con sus
valentías; aquí susurra Jaime de Zudáñez la injusticia de que le persigan de
manera implacable por no haber besado nunca la adulación. Aquí mismo, es donde se
producen los famosos chocolates "Para ti" o "Taboada"
La capital, como el resto del país, atraviesa por un momento de cambios. Aquí se
ha fundado la República y aquí se ha levantado el templo de la independencia: La
Casa de la Libertad; símbolo de la bolivianidad.
Hoy, más que nunca, los sucrenses se hallan aferrarnos a las raíces, para
proyectar
nuestra identidad de hombres y mujeres con don de integración a todo el
territorio nacional y así consolidar juntos, en paz, la unidad de Bolivia. Hoy
Sucre al igual que el resto del mundo se halla confrontada con una
pandemia. No hay mal que dure 100 años. Posteriormente a ello, se puede salir a
caminar por las calles y avenidas de la Ciudad Blanca de América.