Bolivia y el múltiple precio de su enclaustramiento |
Rafael Alberto Sagárnaga López Periodista de "Los Tiempos" |
Los puertos marítimos son
eslabones fundamentales para el desarrollo económico de las naciones.
Así lo han establecido diversos expertos en el tema. Pero no sólo
potencian el desarrollo económico, sino también, desde siempre, han sido
ejes del intercambio cultural y los avances tecnológicos. Asimismo, se
han constituido en ejes de poder político. Y sabido es que Bolivia,
desde hace 141 años, no tiene puertos marítimos.
“El puerto ha sido desde
tiempos inmemoriales un centro de comercio estratégico que puso en su
momento a los Estados nación de la antigüedad como Fenicia, Grecia,
Egipto, Roma, España, o China en primer plano –señala el experto
geoestratega mexicano José Encinas Valenzuela–. Su importancia fue
motivo de disputas entre países, así como de unificación en el
movimiento de cargas y estas condiciones se mantienen hasta nuestros
días”.
De esa cualidad fue despojada
Bolivia en un caso prácticamente único a nivel mundial. A diferencia de
los otros 44 países que son considerados mediterráneos, el nuestro tuvo,
durante 54 años, 400 kilómetros de costa desde donde ejerció soberanía.
La guerra de despojo implicó además una mutilación de 120 mil kilómetros
cuadrados de territorios aledaños que le creó la particular condición de
“país enclaustrado”. Una condición que ha sido reforzada y
remarcada a lo largo del tiempo en al menos tres oportunidades.
“A Bolivia le pusieron tres
candados que impiden su salida al mar –dice el diplomático y excanciller
Agustín Saavedra Weise–. El primero, fue el acuerdo de 1904 (suscrito
entre Chile y Bolivia que daba por concluida la guerra). El segundo,
resultó el acuerdo entre Chile y Perú de 1929 (por el que toda cesión de
territorios, por parte de Chile, que otrora pertenecieron a Perú debe
contar con la aquiescencia de Perú). Y el tercero, fue el fallo de la
Corte Internacional de la Haya de octubre de 2018 (que no reconoce
jurisprudencia en los compromisos de Chile para reparar a Bolivia los
problemas centrales generados por el enclaustramiento)”. Por esas
razones y circunstancias, el país acumula año tras año las consecuencias
de carecer de puertos propios y de cualidad marítima en general.
CONSECUENCIAS ECONÓMICAS
¿Cuáles son los costos de la
falta de una salida soberana al mar para Bolivia? Primero, a nivel
económico, Bolivia pasó a depender de la voluntad de Chile. “Diversos
estudios establecen que aquellos países que no tienen acceso soberano al
mar tienen tasas de crecimiento que en largo plazo son más bajas –dice
el doctor en historia económica José Pérez Cajías–. También nuevos
estudios muestran indicadores de desarrollo inferiores a otros países
similares, pero que cuentan con acceso soberano a una costa. La
dependencia comercial de un país de tránsito, lo que sucede con Bolivia,
afecta a la competitividad de sus exportaciones y la fluidez de su
comercio a través de mayores costos”.
Pérez Cajías es, junto a Daniel
Agramont Lechín, coautor del libro “Bolivia: un país privado de
litoral. Apuntes para un debate pendiente”, auspiciado por
organización Oxfam Internacional. El analista añade y pone altas cifras
a las características de la dependencia boliviana: “Cuando mandamos
un producto boliviano hacia otro país que no sea limítrofe tenemos que
pasar por un país de tránsito. Allí debemos cumplir con las reglas de
ese país y pagar las obligaciones que ese país nos imponga. Desde el
acuerdo de 1904, nuestro comercio se volvió cada vez más dependiente de
los puertos chilenos. Dado que Arica es el puerto natural para Bolivia
esa tendencia se fortaleció. Entonces, desde la primera década del siglo
XX hasta hoy, prácticamente el 80 por ciento de nuestras exportaciones a
países no limítrofes ha pasado por puertos chilenos”.
Basada en variables similares, en
2016, la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) estableció
que los exportadores bolivianos deben enfrentar un sobrecosto de 33,2
por ciento, respecto al promedio regional. Una investigación del
economista Rodrigo Burgoa señala que el enclaustramiento tuvo un efecto
negativo en el flujo comercial promedio del 11,7 por ciento del Producto
Interno Bruto. El trabajo fue realizado para el Instituto de
Investigaciones Socio Económicas de la Universidad Católica Boliviana.
Pérez Cajías añade otro elemento
que explica las bajas tasas de crecimiento de los países mediterráneos.
“Como hay que pagar mayores costos de transacción, los países sólo
pueden vender productos que puedan aguantar semejante presión o sea
recursos naturales –señala–. Son productos que tienen un alto valor por
unidad que en las economías de América Latina serían recursos naturales.
Entonces, ser un país mediterráneo haría que se especialice en productos
determinados y que tenga una estructura exportadora menos diversificada.
Una segunda explicación alude a los flujos de inversión extranjera
directa que llega en mayor medida a los grandes hub del comercio
internacional”.
INTERNET MALO
Y en tiempos de la revolución
tecnológica otro factor clave resulta afectado por el enclaustramiento
marítimo boliviano. “A quienes no valoran el tema, quiero recordarles
que hasta el servicio de internet en Bolivia es malo porque no tenemos
soberanía marítima –recuerda Saavedra Weise–. Si tuviéramos soberanía
marítima, podríamos también manejar en forma soberana los cables
subterráneos que vienen del hemisferio norte. Entonces, nuestro sistema
de internet sería mucho más veloz y barato, no resultaría uno de los más
lentos del mundo como es hoy”.
En efecto, el acceso a la red de
redes, debido a que los cables de conexión están en costas chilenas
llegó a ser altamente desigual. En 2012, el director de la Autoridad de
Telecomunicaciones, Cliford Paravicini, señaló que la empresa
intermediaria chilena alcanzó a cobrar 270 dólares por megabyte
adicional de velocidad. En Chile, en ese tiempo, el costo era de 30
dólares. Valga aclarar que la empresa chilena justificaba su conducta en
el esquema de baja demanda y tipo de conexiones adicionales de sus pares
bolivianas.
ENCLAUSTRAMIENTO MENTAL
Esa notable dificultad de acceso
a la información en tiempos de vértigo informativo recuerda a otra de
las consecuencias de la mediterraneidad boliviana. “Nuestro país no
ha tenido un contacto directo con los grandes movimientos sociales y
políticos del mundo –puntualiza el historiador Alexis Pérez Torrico–.
Eso ha sucedido sobre todo en el campo cultural, no hubo el necesario
contacto cultural con el exterior. No nos oxigenamos como país y ese es
un problema muy grande porque repercute en una idiosincrasia que carece
de visión de mundo. Los comportamientos políticos cerrados, estrechos,
miserables, regionalistas tienen que ver con ello, igualmente el pueblo
se halla sobre aferrado a sus tradiciones. Hay conductas aldeanas”.
Pérez Torrico es autor de dos
libros sobre el tema marítimo boliviano, con él coincide Saavedra y
también cita ese factor Pérez Cajías. entender el mundo “Hay también
una explicación institucional, publicada en un libro de Naciones Unidas,
para entender la relación mediterraneidad y menores niveles de
desarrollo de largo plazo –dice el economista–: los países mediterráneos
no sólo estarían alejados de los hub o puntos calientes del comercio
internacional, sino también de los puntos donde fluyen las ideas y donde
se producen los mayores intercambios de nuevas tecnologías. Básicamente,
los lugares donde surgen las nuevas formas de edo”.
Si bien las fuentes consultadas
remarcan el peso del encierro boliviano sobre su economía, política y
sociedad, también señalan la falta de acciones para conjurarlo. Alexis
Pérez advierte que sólo servirá un decidido potenciamiento económico y
general que presione hacia la apertura de la frontera y negociaciones
más equilibradas. Saavedra confía en que habrá un momento en el que
volverán a surgir condiciones objetivas que llevarán a la mesa de
negociaciones a ambos países. “Chile y Bolivia tienen 900 kilómetros
de frontera y no pueden evadir eso ni las expectativas que eso implica
para sus respectivos desarrollos”.
ESPERANZAS
“Hay un problema que deriva de
la falta de acceso al mar relacionado a la Guerra del Pacífico
–puntualiza Pérez Cajías–. Pero no podemos desconocer que también está
relacionado con la forma en que Bolivia logró su independencia y las
dificultades que desde entonces había para alcanzar los puertos del
Pacífico. Entonces, en el estudio que hicimos, planteamos pensar la
conectividad del comercio boliviano con el resto del mundo de manera
integral. No sólo se trata de que Chile nos imponga determinadas reglas,
sino que nuestra competitividad se halle limitada por cuestiones que
nosotros podríamos superar. Hay políticas públicas que podrían
diversificar los puertos de salida de nuestras exportaciones y también
para mejorar infraestructura y logística que faciliten el comercio de
nuestra producción”.
Este 23 de marzo se recuerda el
Día del Mar en Bolivia. La conmemoración resulta opacada por una crisis
política irresuelta, la aún fresca memoria de la derrota en la Corte
Internacional de Justicia y la tensión mundial generada por el
coronavirus. Sin embargo, en la agenda política nacional, desde hace 140
años, aquella demanda reivindicativa ha estado invariablemente presente.