Oruro y la capital de la República |
acontecimientos DURANTE la Guerra federal EN Bolivia
Entre abril y octubre de
1899, la ciudad de Oruro se convirtió de hecho en la capital de la república
como consecuencia de una sangrienta guerra civil que enfrentó al norte con
el sur del país. Terminadas las hostilidades, se firmaron allí decretos con
los cuales quedaron definitivamente establecidos hasta el día de hoy, el
sistema de gobierno, la sede de los poderes del estado y la capital
constitucional de Bolivia, temas que sin embargo aún siguen discutiéndose en
nuestros días.
Es un problema que el país arrastra desde su nacimiento a la vida
independiente: la sede de la capital de la república. ¿Debería quedarse en
Sucre, ciudad pequeña, aislada y aferrada orgullosamente a los recuerdos de
su hegemonía colonial? ¿Debería irse a La Paz, ciudad populosa, progresista
y próxima a nuevas fuentes de riqueza? Tal controversia intentó resolverse
en una sesión de congreso reunida en Sucre el 18 de noviembre de 1898, misma
en la que se discutió un proyecto de ley para que el poder ejecutivo fijase
su residencia permanente y definitiva en esta ciudad para terminar con la
patética imagen que brindaban los presidentes de entonces, acostumbrados a
recorrer el país montados en una mula tratando de escapar a las
circunstancias y los vaivenes de la inestable política boliviana
.
El proyecto que fue presentado por los representantes conservadores
chuquisaqueños, fue rechazado de entrada por los representantes liberales
paceños que intentaron convencer a sus pares de discutir el asunto en una
ciudad neutral. Como estas gestiones fracasaran, abandonaron la ciudad en
señal de protesta para luego regresar a La Paz y reunirse allí con otros
líderes liberales con quienes formaron una Junta de Gobierno que después de
declarar la revolución, impuso un sistema de gobierno federal bajo el
argumento de que sería el más conveniente para los intereses de la nación.
Esto quería decir que en adelante las riquezas del departamento de La Paz
sólo se destinarían para su propio desarrollo y no para atender las
necesidades de los otros departamentos, olvidando que regiones como Oruro y
Potosí contribuían enormemente en su progreso tal como lo siguen haciendo
hoy en día.
Así, Bolivia quedó conmovida con el estallido de una sangrienta
guerra civil cuyo objetivo final en el fondo era obtener la capitalía plena
de una nación dividida por una profunda rivalidad regional, política y hasta
racial dirigida entonces por el conservador presidente Severo Fernández
Alonso desde 1896, quien marchó hasta Oruro para instalar su cuartel
general. Allí había vivido varios años acumulando una gran fortuna al
hacerse dueño de la famosa mina de San José que según dicen sus detractores
la obtuvo utilizando medios ilícitos.
Desde Oruro, el presidente Fernández Alonso llamó a las fuerzas
militares reclutadas en Sucre, Cochabamba y otras regiones del país que aún
permanecían subordinadas a su autoridad. A mediados de enero 1899, el
ejército conservador comenzó su lento y temeroso avance hacia el norte
parando en el pueblo de Viacha a 30 kilómetros de La Paz, donde el mando de
de las tropas liberales revolucionarias había sido asumido por el coronel
José Manuel Pando, candidato liberal a la presidencia para las frustradas
elecciones de aquel año quien armó barricadas en las calles de la ciudad,
mandó emisarios en busca de armas al Perú y pidió ayuda a los caciques
aimaras para que le colaboraran en su campaña contra las fuerzas
conservadoras. Acudió entre ellos el líder indígena Pablo Zárate Willka,
amigo personal de Pando nacido en la comunidad de Sicasica, provincia Aroma
de La Paz, caudillo inteligente, gran estratega militar, severo, tenaz,
persuasivo, toda una autoridad reconocida en comunidades importantes como
Pacajes, Sicasica, Inquisivi, Paria, Carangas, Tapacarí y Ayopaya que no
dudaron en acudir a su llamado.
Los primeros choques ocurrieron el 21 de enero de 1899 cuando las
tropas del presidente Fernández Alonso marcharon desde Viacha a Corocoro en
busca de víveres volviendo con varias cabezas de ganado y caballos, hecho
que enardeció los ánimos de la indiada afín al coronel Pando que rodeó el
pueblo y atacó a las fuerzas conservadoras con piedras lanzadas con hondas,
tiros de revólver y dinamita proporcionada por algunos mineros asociados a
la causa federal. Después de algunas horas de combate y agotada su munición,
los soldados constitucionalistas abandonaron al galope la plaza donde se
defendían siendo atacados por indios y mineros parapetados sobre los techos
y en las esquinas. Murieron 27 indígenas, dos soldados y hubo varios
heridos,
Los sobrevivientes en su mayoría jóvenes soldados chuquisaqueños,
decidieron volver a Viacha desviándose por Ayo Ayo para evitar una eventual
concentración de indios en el camino. En este pueblito se encontraron con
otra compañía de soldados chuquisaqueños, orureños y cochabambinos con los
que avanzaron hasta Viacha escoltando seis carretas cargadas con armas y
munición. El coronel Pando sabedor de este movimiento por aviso de los
indios, envió una fuerza de caballería que rodeó Viacha dando lugar a un
combate que tuvo lugar el 24 de enero en el cruce del camino de Ayo Ayo con
el de Luribay (Crucero de Chacoma) en el cual las tropas constitucionales
sorprendidas de frente por las federales y acosadas en los costados por los
indios, se defendieron desordenadamente sufriendo numerosas bajas hasta que
se replegaron con dirección a Oruro. Cuatro de las carretas se incendiaron
explotando su contenido durante el intercambio de fuego, las otras dos
cayeron en poder de los federales junto con varios prisioneros.
Las tropas constitucionales en retirada dejaron a sus heridos en Ayo
Ayo al cuidado del cura de su iglesia, un capellán militar y el cura de
Viacha. Al caer la tarde, más de un centenar de indios alcoholizados rodeó
el pueblo, tomó la plaza principal, atacó viviendas particulares y asedió a
los heridos refugiados en el templo. Por la noche tomaron la iglesia,
forzaron las puertas donde estaban los refugiados y entraron para luego
masacrarlos bárbaramente, partiéndoles las cabezas con hachas, sacándoles
los ojos, rasgándoles la piel con alambres, apuñalándoles, desnudándoles y
arrastrándolos por las calles hasta matarlos. La tragedia ocurrió el mismo
día del combate del Crucero de Chacoma y terminó con el brutal asesinato de
27 soldados, el capellán militar y los dos curitas.
La sed de sangre y muerte de los indios aliados de los liberales no
terminó allí. Declararon una guerra a muerte contra la raza blanca atacando
no solo a tropas constitucionales sino también a tropas federales como
ocurrió con un grupo de oficiales y soldados organizados en la provincia
Inquisivi que antes de ser degollados fueron vejados, torturados,
arrastrados por caballos y asesinados salvajemente con golpes de macanas,
palos, piedras, hachas y cuchillos. De 130 soldados masacrados solo se salvó
uno que vivió para contar aquel horripilante banquete de sangre en el que
perecieron todos sus compañeros en la iglesia de Mohoza, festín que comenzó
a las ocho de la noche del 28 de febrero de 1899 y terminó a las diez de la
mañana del día siguiente.
Las ignorantes hordas aimaras encabezadas por Pablo Zárate Willka
nada entendían ni nada les importaba el conflicto entre liberales y
conservadores, federalistas y constitucionales, La Paz y Chuquisaca, norte y
sur. Solo empuñaban sus instrumentos de exterminio impulsados por el anhelo
milenario de recuperar el dominio de su hábitat ancestral sometido por
siglos a amos extranjeros, incas quechuas, conquistadores españoles y ahora
sus descendientes.
Documentos de la época constatan el salvajismo y la brutalidad de los
indios. Se describe por ejemplo el horror que vivieron en su hacienda de
Tolapalca un granjero inglés y su hijo de 14 años cuyos cadáveres fueron
encontrados uno con la cabeza perforada y otro con la cabeza partida en dos
por un hacha, ambos con los ojos arrancados, la piel quemada y desprendida
como si se tratara de un guante. Otro testimonio relata cómo un italiano
dedicado a la explotación de goma fue cortado a pedazos por la indiada del
pueblo de Challana en la provincia Larecaja, otro relata cómo en Corocoro un
noruego gerente de una compañía minera disparó matando a su familia y a él
mismo para evitarse el padecimiento de una muerte horrible a manos de
decenas de indios que los tenían rodeados.
La bestialidad de los indios trogloditas se contagió a los aimaras y
quechuas de otras provincias de La Paz, Oruro, Potosí y Cochabamba que
comenzaron a perseguir a propietarios de minas, administradores de casas
comerciales y otros que buscaron asilo y refugio en la ciudad de Oruro. Tal
situación que amenazaba con salirse de control motivó al coronel Pando a
escribirle una proposición de paz al presidente Fernández Alonso mediante
carta enviada desde Caracollo el 4 de marzo de 1899 en la cual le pidió su
renuncia en nombre de la Junta Militar para unificar ambos ejércitos, calmar
la ferocidad de los indios, acabar con la guerra civil, devolverle la
tranquilidad a Bolivia y convocar a una asamblea constituyente.
El presidente Fernández Alonso rechazó tal propuesta argumentando
motivos constitucionales mediante carta dirigida desde Oruro el 5 de marzo
de 1899, después de la cual el ejército federalista comenzó su avance hasta
aquella capital. En el camino se encontraron con las tropas constitucionales
y libraron el combate decisivo desde las tres de la tarde del 10 de abril de
1899 en una gran planicie sembrada de cebada donde el camino de Oruro a
Lequepalca hacía cruz con el de Paria a Caracollo (Crucero de Paria).
Ya al anochecer, las fuerzas indígenas de Zárate Willka y el ejército
federal de José Manuel Pando terminaron infringiendo una aplastante derrota
a las fuerzas constitucionales con numerosas bajas en ambos lados. El
presidente Severo Fernández Alonso pasó esa noche en Oruro y al amanecer del
día siguiente tomó la ruta del exilio a Chile. El 12 de abril 1899 el
coronel Pando hizo su entrada triunfal en la ciudad de Oruro, lado a lado
con Willka, los ejércitos de ambos se mezclaron y marcharon en medio de una
impresionante multitud por las calles de Oruro.
Dos días después, la Junta de Gobierno revolucionaria allí reunida,
proclamó mediante decreto a La Paz como capital de la República y convocó
para agosto a elecciones para elegir a los miembros de una asamblea
constituyente a la que llamaron convención nacional, misma que después de
ser conformada con abrumadora mayoría liberal se reunió en Oruro el 20 de
octubre siendo los dos temas centrales de su agenda, la elección del
Presidente de la República y la federalización del país.
El primer punto no ofreció mayores dificultades pues el coronel José
Manuel Pando tenía el apoyo casi total de los asambleístas convencionales
para ser elegido, hecho que ocurrió el 25 de octubre de 1899 cuando recibió
la investidura presidencial después de ser favorecido con casi la totalidad
de los votos de los miembros de la convención.
El segundo punto fue objeto de fuertes y acalorados debates
que terminaron finalmente con la continuidad del sistema de gobierno
unitario para la nación, enterrando así el pretendido sistema federalista en
cuyo nombre se había combatido sangrientamente. Curiosamente el coronel
Pando líder de la revolución federal, abogó por el unitarismo poniendo así
en evidencia el objetivo de fondo de los liberales paceños que solo era
hacerse con el poder para llevarse la capital a La Paz. Para darle un
consuelo a la adolorida y derrotada ciudad de Sucre, se le dejó tan solo el
triste título honorífico de Capital de la República pero sin el honor
que merecería tal condición aunque sí conservó la sede del poder judicial y
el domicilio de la Corte Suprema de Justicia mientras que los poderes
ejecutivo y legislativo tomaron residencia definitiva en La Paz, sede de
gobierno.
En cuanto a Pablo Zárate Willka apodado “El Terrible” por la
prensa de entonces, el amigo personal con quien había luchado a su lado
ordenó su apresamiento el 22 de abril de 1899 en Sicasica para ser juzgado
junto con su estado mayor por las atrocidades y los horrendos crímenes
cometidos durante y después de la guerra federal con lo que el movimiento
indígena quedó desbaratado siendo reprimido y disuelto sin contemplaciones.
Después de sufrir toda clase de abusos y vejámenes, Willka fue muerto en
prisión en 1903 por los mismos liberales a quienes ayudó y que solo habían
utilizado a los indígenas para concretar sus ambiciones.
Así en los hechos, la sede de gobierno para la ciudad de La Paz fue
obtenida en base a traición y mentiras que costaron sangre, vidas de indios
y mestizos bolivianos, en su mayoría jóvenes chuquisaqueños, estudiantes
universitarios y colegiales adolescentes. La revolución federalista no fue
sino una simple excusa para disfrazar la mezquindad y egoísmo paceños que
después de quitarle la capitalía a Sucre, consolidaron un centralismo
malsano que impide el desarrollo del resto del país mismo que no ha podido
romperse hasta el día de hoy.
El tema de la capitalía intentó ponerse en la agenda de la Asamblea
Constituyente convocada y reunida en Sucre en 2006, pero las aspiraciones
chuquisaqueñas quedaron frustradas esta vez por el gobierno populista
neoliberal de Evo Morales Ayma.
En la Colancha
el sábado 24 de noviembre de 2007 se registró un fuerte
enfrentamiento entre policías y ciudadanos que reclamaban que la
Asamblea Constituyente abordara la demanda de capitalidad plena para Sucre
tal como había sido aprobado en comisiones. Como resultado de aquello,
Gonzalo Durán falleció por un impacto de bala; ese mismo día cayó herido
José Luis Cardozo y falleció días después. El domingo 25, en otra jornada
luctuosa, murió Juan Carlos Serrudo.
El 10 de diciembre de 2007 en la ciudad de Oruro, no sin antes mancharse las
manos con sangre de ciudadanos sucrenses solo para que La Paz continúe
tomando las decisiones por todos los bolivianos.
Documentos consultados
“Llallagua, Historia de una Montaña”, Roberto Querejazú Calvo.
Editorial “Amigos del Libro”, Cochabamba 1981.
“Historia General de Bolivia”, Joseph M. Barnadas. Editorial
“Juventud”, La Paz 1987.
“Presidentes de Bolivia: entre urnas y fusiles”, Carlos D. Mesa
Gisbert, La Paz 1990.