Guerra del Chaco |
MEMORIAS
DE ABELARDO IBAÑEZ BENAVENTE. |
JEFE DE SANIDAD MILITAR EN LA GUERRA
DEL CHACO.
Gastón Cornejo Bascopé
1930.
Alzamiento de los cadetes del Colegio Militar. Durante esa noche triste tuve que
asumir la responsabilidad de la conducción sanitaria en toda la ciudad porque
así lo exigía mi cargo de Director de Sanidad Militar y Director del hospital
general de Miraflores.
Tuve el control telefónico porque no se podía salir a la calle sin tener que
enfrentarse con grupos de cadetes listos para fusilar a cualquier transeúnte. Al
amanecer acompañado de mi camarada Fernando Garrón nos animamos a salir para
visitar la Asistencia Pública y los hospitales para controlar la atención
sanitaria en su totalidad. En nuestro recorrido por toda la ciudad encontramos
muchos muertos, entre ellos el Tte. Coronel Taboada victimado en el Cuartel de
Miraflores y en los dos hospitales muchos heridos. Dedicamos toda la mañana a la
curación de urgencia de los heridos.
Pasada la contienda se hizo cargo del gobierno una Junta Militar encabezada por
el Gral. Carlos Blanco Galindo, gran amigo mío desde mi ingreso al ejército. La
Junta Militar a tiempo de reorganizar el ejército decidió mi ascenso a la
categoría de Coronel de Sanidad a la vez fui nombrado Director General de
Sanidad Militar.
Es importante describir, aunque sea a la ligera, el estado verdaderamente
catastrófico en que se desenvolvía el servicio de sanidad militar desde muchos
años atrás, para responder a aquellos que en el comienzo de la campaña del Chaco
irían buscar culpables de la falta de preparación para la guerra perorando en
los consejos de gabinete del palacio de gobierno y hasta pidiendo fusilamientos
de los directivos del servicio de sanidad militar y su remoción a toda costa. Y
esta descripción necesariamente tiene que ser cruda sin salir de los límites de
la estricta verdad.
PERSONAL.
En los países vecinos las organizaciones sanitarias castrenses contaban con
frondoso personal y material con toda clase de secciones para atender a sus
efectivos militares repartidos en todo el territorio así como hospitales bien
ubicados y planeamiento para el caso de guerra y el almacenamiento de material
sanitario en grandes proporciones con el que contaban.
En la Sanidad Militar boliviana el Director Gral. de Sanidad Militar tenía como
único personal de apoyo auxiliar, a un secretario y un estafeta.
La oficina era un cuarto ubicado a la entrada el Hospital Militar. Apenas tenía
el tiempo necesario para despachar la correspondencia. En el Hospital Militar
había un Director que a la vez atendía la sección de medicina interna, un médico
interno, dos practicantes y algunos enfermeros, un Administrador militar. Ese
personal debía atender cirugía, medicina, especialidades, rayos X. La Farmacia
que a la vez era la Farmacia Central del Ejército contaba con un farmacéutico,
dos ayudantes y dos sirvientes.
¿Podría un Director redactar reglamentos y organizar la Sanidad Militar para una
guerra en esas condiciones?
Respecto al personal militar sanitario en las unidades, el cuadro era mucho más
sombrío aún. Salvando honrosas excepciones, los cirujanos regimentarios eran
improvisados elementos que se limitaban a dar rudimentarios purgantes o escasa
aspirinas de un magro botiquín, y hasta había varios empíricos nombrados al
favor político o por los caprichos de los comandantes. Y no se diga nada de los
ayudantes o “Barchilones”.
HOSPITAL EN LAS FRONTERAS.
La Divisiones encargadas de la defensa territorial del Oriente y del Sudeste,
frente a la codicia paraguaya, fuera de rudimentarias enfermerías, no contaban
ni con un pequeño hospital cuya instalación debía efectuarse desde el momento
mismo en que se crearon los comandos divisionarios.
Los enfermos de la División del Oriente eran atendidos en el cercano hospital
brasilero de Corumbá; los de la 4ta División con sede en Muñoz, no había
desgraciadamente un hospital nacional ni extranjero que estuviese cerca, por
tanto, estos servicios de la patria estaban abandonados a su propia suerte en
materia sanitaria.
Ya habíamos visto este triste abandono en ocasión del ataque paraguayo al fortín
“Vanguardia” en 1928 cuando los heridos de esa acción guerrera tuvieron que ser
traídos hasta La Paz en aviones para ser operados, entre ellos el Tte.
Villanueva que llegó con la pierna con los huesos astillados, la que por suerte
pudimos salvar después de que muchos camaradas militares se llevaron como
reliquias los numerosos fragmentos óseos que tuvimos que extraer.
En ocasión del fortín Boquerón que siguió como represalia, llegamos a saber que
por confesión de uno de los oficiales participantes, que las tropas atacantes no
habían llevado ni siquiera un botiquín de primeros auxilios habiendo encontrado
por suerte un botiquín abandonado por los defensores en el momento de la
retirada con el cual pudieron realizar las primeras curaciones a los heridos que
cayeron en el curso del ataque.
PRESUPUESTO PARA AQUISICION DE MATERIAL SANITARIO Y DROGAS.
Desde muchos años atrás, el presupuesto para adquisición de drogas y material
sanitario se mantenía en la suma invariable de QUINCE MIL BOLIVIANOS anuales
para dotar de tales elementos a los hospitales Militar y a las guarniciones de
todo el país. Con el equivalente de tres mil dólares no se podían llenar
almacenes que debían estar abarrotados ante la amenaza de una guerra, pero que
jamás había existido.
En un reducido almacén anexo al hospital Militar, encontramos unos pocos cajones
que habían llegado el año anterior conteniendo material sanitario enviado desde
Francia como parte integral de las adquisiciones del Contrato Vickers
seleccionados por la Comisión médica enviada ex profeso por el Gobierno
boliviano. El lote que se guardaba en ese local, se reducía a algunos baúles con
instrumental médico, algunas carpas sanitarias de lona y algunos canastos del
ejército francés de la pasada primera guerra mundial, insuficientes aún, en su
conjunto para equipar una División.
¿Cuánto dinero costó ese equipo, y más que todo, cuál fue el costo del envío y
sostenimiento de la comisión especial que estuvo casi todo un año en Europa?
Nadie podrá decirlo.
PLAN DE TRABAJO. VIAJE AL ORIENTE.
Ante una situación tan desesperada, había que trazar un plan de trabajo racional
con posibilidades.
En primer lugar, visitar las regiones amagadas por una posible contienda bélica,
a fin de conocer sus necesidades sanitarias, posible ubicación de puestos o
centros de atención sanitarios, tanto para tiempo de paz como de guerra. Ningún
Director de Sanidad Militar había conocido hasta ese momento las zonas que
posiblemente habrían de servir de teatro de operaciones en un conflicto armado
por la posesión de los territorios de la disputa secular.
En segundo lugar, estudiar las consecuencias probables de una movilización de
grandes masas de combatientes tomando en cuenta el terreno, el clima, las
probables epidemias que podrían presentarse etc.
Como corolario, la instalación urgente de hospitales en esas fronteras que
pudiesen constituir una garantía para la salud de aquellos hombres que se
aventuraban a resguardar tan extensos como alejados territorios.
PRIMER VIAJE
En Julio de 1931 iniciamos la visita al oriente del país limítrofe con el Brasil
y cercana al río Paraguay para conocer todas las guarniciones destacadas en esa
zona.
En Santa Cruz fuimos acogidos por el Coronel Oscar Mariaca Pando Jefe Militar de
esa ciudad tan abandonada. Su guarnición era escasa y no había problemas
sanitarios inmediatos a no ser la mala provisión de agua potable, sólo aljibes
en cada casa para almacenar agua de las lluvias. Luego Roboré. Allí se decidió
la construcción de un pequeño hospital que en el curso de la guerra fue
creciendo de utilidad.
En Puerto Suárez sede de nuestra División comprobamos la pobreza de recursos
sanitarios.
La proximidad de Corumbá, bella ciudad portuaria sobre el río Paraguay, hizo que
los comandantes divisionarios no se preocuparan de fundar siquiera una modesta
enfermería pues todos los enfermos de la División eran enviados al hospital de
Corumbá para su tratamiento.
Visité el hospital de Corumbá relativamente pequeño pero contaba con todos los
elementos necesarios para una buena atención. Casi todos los médicos eran
jóvenes inexpertos como en todas las instalaciones fronterizas y alejadas. Operé
toda una semana numerosos casos quirúrgicos.
Después visitamos los fortines escalonados a lo largo de la frontera paraguaya.
Llegamos primero a Mutún donde habías cascadas de buena agua, luego San Juan,
luego Vitriones, y al día siguiente “Vanguardia”, el histórico fortín años antes
atacado y tomado por los paraguayos. Quedaban techos de paja que apenas
sobresalían de las aguas del curiche y troncos de palmera. Terminamos en el
fortín San Juan.
Eran todo un jirón patrio, el más alejado que desde los sucesos de 1928,
creíamos el más amenazado por la codicia guaraní. Formulé recomendaciones
algunas atendidas como la construcción del hospital en Roboré, otras cayeron en
el olvido.
PRIMER VIAJE AL SUESTE:
Los gobiernos anteriores habían hecho una lenta penetración para oponerse a la
insistente ocupación paraguaya. Nadie sabía que ocultaba los llamados
“trasfondos del Chaco”. La ocupación boliviana se limitaba a una delgada franja
sobro el rio Pilcomayo con pequeñas ramificaciones hacia el norte y al este.
Teníamos “fortines” que no eran tales, se reducian a áridos lugares en los
cuales se hacía un “atajado” o muro de tierra que cerraba el paso de una cañada
para que se estancara el agua en los tiempos lluviosos. No había ni un miserable
manantial en todo el Chaco Boreal ni se había perforado pozo alguno.
Octubre de 1931 el Coronel Filiberto Osorio me mostró un radiograma de Muñoz; un
Tte. joven Illanez había sido atacado de Apendicitis aguda pedía el envío de un
cirujano y material necesario para una intervención.
Partimos después de varios intentos de elevación hasta Uyuni. Era el segundo
vuelo al Chaco, Un año antes un aviador extranjero en servicio a Bolivia había
llegado por la misma vía hasta Muñoz. Pasamos por Oruro, la majestuosidad del
Lago Poopó poblado por millones de pariguanas, los ibis de los lagos andinos.
Llegamos a Uyuni, poblado, ciudad artificial ubicada en las peores condiciones
climatéricas del orbe. Era el bastión de la bolivianidad y ha hecho gran papel
en la guerra del Chaco. Un año antes fue visitada por un avión boliviano, la
tierra cercana a la frontera del implacable enemigo de Bolivia, Chile.
Al día siguiente en gélido ambiente no contábamos con las dificultades de
elevación. Partimos en dirección a Tarija. Divisamos la pista de Villazón en la
cual aterrizamos a las 2 de la tarde. Al otro día hacia Tarija. Por ser la
segunda vez que llegaba un avión a esa ciudad se juntó mucha gente en el
aterrizaje Asistí a una grata recepción en el Club de Tarija donde pude conocer
al célebre D Tomás O´Connor d´Arlach ya en las postrimerías de su vida. Un
viejecito muy gentil que nos recibió con excepcionales palabras de afecto
paternal.
Salimos en dirección a Muñoz guiados por la brújula, divisamos un ancho río con
amplias playas de arena rojiza, pensamos era el Pilcomayo, era el río argentino
Iti; rectificamos el rumbo hacia el este, vimos el Pilcomayo, pasamos sobre
Aliwatá y llegamos a Muñoz. Habia muerto el paciente en esa mañana con signos de
peritonitis generalizada.
En camión inicié el conocimiento de la cadena de fortines.
Saavedra-Alihuatá-Arce-hasta Castillo – Yujra, para conocer el camino que lleva
a Boquerón. De vuelta fuimos a Cuatro Vientos-Tinfunqué y los fortines que lo
circundan. En materia sanitaria era un abandono total; deficiencias sanitarias,
enorme variedad de mosquitos, pensamos en posibles soluciones, sobre todo los
anofeles, era el paraíso de plasmodios elevado riesgo en caso de contienda
guerrera, así informamos a La Paz. Absoluta falta de agua en todo el territorio
excepción de los fortines próximos a los Esteros de Patiño, Agua Rica, frente a
Nanawa.
Desde Villazón hasta la línea de ocupación había grandes pastizales y se criaba
ganado vacuno. Cuando se desencadenan las tormentas todo se llena de agua hasta
la cintura que en un par de días se insume en los arenales del Chaco, Infierno
digno de figurar en la Comedia del Dante, espinas, matorrales, tuscales,
algarrobo espinosos, zarpas de los carahuatales.
En Villamontes encontré antiguos amigos: Peñaranda, Ameller, Cainzo.
No pude retornar en avion así que Salí hacia Yacuiba-Pocitos hasta Jujuy. Llegué
a Villazón donde me esperaba el fiel aviador Nery hasta La Paz. Aterrizaje
forzoso en Poopó, paso en barcaza del Desaguadero llegué a Oruro deambulando por
el altiplano. El viaje duró casi un mes.
NECESIDAD DE LA CREACIÓN DE UN HOSPITAL EN EL SUDESTE.
Insistí en el informe sobre el particular. Los distintos jefes militares nos
hicieron saber que el gobierno no contaba con los recursos necesarios para tal
fin. Tampoco parecía importarles mucho el tema, para mí, el asunto se convirtió
en obsesión, fui al Club de La Paz, todos se apresuraban en aprobar pero nadie
me ayudaba.
Un día fui llamado por el Jefe del Estado Mayor General, Coronel Filiberto
Osorio, me informó haber recibido donativo del magnate minero D. Carlos Víctor
Aramayo por 10 mil dólares, donados exclusivamente para la construcción de un
hospital en el Chaco. Dejé todo para dedicarme al proyecto aunque el dinero era
escaso ya habría opciones de ampliacion.
Ideé primero pequeño hospital desarmable de madera pero dotado de todos los
elementos médicos y quirúrgicos, en una ubicación a estudiar en el terreno para
que sirviera a todas las guarniciones de avanzada de primera línea. Para ello,
viajé a Buenos Aires sin tocar el donativo. Con la ayuda de mi antiguo amigo el
Tte. Cnel. David Toro que residía en Buenos Aires contraté con la casa Bracheto
Brian especialistas en la construcción de casas de madera desarmables para tres
pabellones: uno de cirugía, otro de medicina, (cada uno con capacidad de 30
camas) y uno de operaciones independiente. Compré un grupo electrógeno a
gasolina, una pequeña fábrica de hielo, un aparato portátil de rayos X, el
último, porque varios de ellos habían sido comprados por el Paraguay.
Viajé al Chaco por Formosa-Puerto Irigoyen llegando a Muñoz en camión. En
camiones argentinos pues nuestro Ejército solo contaba con pocos y desvencijados
camiones que viajaban dando tumbos desde Villamontes a Muñoz. El material llegó
de Yacuiba a Villamontes.
El gran explorador Víctor Ustárez se puso a nuestra disposición. Ubicamos el
lugar equidistante entre Platanillos y Muñoz el hospital Divisionario, apto para
construir casitas para viviendas del personal y para dotarlo de la necesaria
provisión de agua.
La dificultad de transporte obligó a dejar todo el material almacenado en
Villamontes. Por las acciones bélicas prontamente desencadenadas tuvimos que,
obligados por las exigencias del momento, a armar apresuradamente el hospital en
Villamontes, un mes después del comienzo de las acciones.
Antes de retornar visité los fortines. En Aliwatá estaba el comandante Mayor
Oscar Moscoso. Formé la “Compañía de Camilleros” con soldados letrados que
sabían leer y escribir para ser instruidos por los médicos de la guarnición.
Compañía que tuvo gran actuación en los campos de batalla desde el primer día de
la campaña.
Reconocimos muchos casos de avitaminosis avanzada por la falta de frutas y
legumbres en la alimentacion de las tropas. Se presentaba deformaciones óseas de
las tibias, desnutrición profunda y anemia; por ello adquirimos aceite de hígado
de bacalao e indicamos verdolaga de abundante crecimiento después de las
lluvias.
Pasamos por Ballivián donde había una epidemia de Fiebre Amarilla selvática. En
Platanillos encontramos al Mayor Oscar Moscoso preparando la salida hacia Laguna
Chuquisaca; dijo que no había ni una senda en esa dirección, él dudaba del éxito
de su cometido, pero que había que cumplir órdenes. Iba a una región desconocida
rompiendo monte en los trasfondos del Chaco.
Se me avisó del ataque de tropas guaraníes a la guarnición instalada por el
Mayor Oscar Moscoso en la orilla occidental de la laguna Chuquisaca.
Era evidente que el Presidente Salamanca, anciano amargado por sus dolencias
físicas, ensoberbecido desde tiempo atrás por sus prédicas guerristas, sin tener
en cuenta nuestra absoluta falta de preparación para un conflicto bélico en
regiones tan alejadas de nuestros centros poblados, había querido precipitar el
desarrollo de una lucha en la cual sólo podíamos llevar la peor parte.
Analizadas las desventajas bolivianas en esa lucha en cuanto al servicio
sanitario militar, es una amarga realidad demostrada previamente. Los altos
jefes militares debían haberse opuesto resueltamente a tal aventura. No lo
hicieron, no sabemos por qué.
Como subalternos debíamos superar las dificultades de una movilización de tropas
mal preparadas, sin vehículos en cantidad suficiente, sin caminos que pudieran
facilitar una invasión masiva del territorio en disputa, a miles de kilómetros
de los centros vitales de la nación.
Compraron a última hora unas miserables flotas de camiones mal armados para esa
guerra que era una verdadera guerra colonial. No había un puente sobre el río
Pilcomayo sino unas toscas chalanas que cargaban los camiones procedentes de
Tarija.
Al visitar las sala de los tuberculosos que pronto comenzaron a probar los
hospitales militares, Jaime Mendoza emitió ideas que no estaban conformes, ni de
lejos, con los modernos conceptos sobre la lucha antituberculosa, lo cual hacía
imposible toda discusión con él. Me honro en reconocer su altísimo valor como
escritor venerado en el país pero en esos momentos estaba lamentablemente
retrasado frente a los nuevos conceptos de la medicina mundial.
GUERRA BACTERIOLÓGICA FRACASADA
En Muñoz se recibían noticias alarmantes de la forma desordenada y hasta de
pánico en que se realizaba la retirada de las tropas derrotadas en Yujra y Arce.
Reinaban la confusión y el derrotismo en las unidades militares, las ropas no
obedecían a sus superiores y se retiraban en medio del mayor caos. Eran días de
deshonor y de vergüenza, según una carta desesperada de mi amigo el Tte. Cnel.
David Toro.
A mi vuelta a Muñoz, alarmado ante la trágica situación resolví jugar una carta
decisiva para el desarrollo de la guerra, sin pensar que hasta en eso la mala
suerte que nos perseguía iba a hacer fracasar planes cuidadosamente trazados.
Convoqué a una reunión de los Jefes del Estado Mayor del Primer Cuerpo del
Ejército para proponer una medida extrema en la cual había pensado mucho que la
había preparado concienzudamente por si alguna vez se pudiera necesitarla.
Toda nuestra tropa al paso por Villamontes, había recibido la vacunación
anticolérica junto con la antitífica, así que era inmune al cólera asiático.
Tenía en mi poder dos frascos de cultivos de vibrión colérico preparados pocos
días antes por el Dr. Luis Prado Barrientos Jefe de nuestro Laboratorio
Bacteriológico.
Expuse ante la reunión de jefes para la posibilidad de acudir como recurso
supremo a la guerra bacteriológica para contener el avance del enemigo.
Si la contaminación de los pozos de los fortines antes de su abandono daba buen
resultado, la guerra podía terminar de inmediato. Una epidemia del cólera en el
territorio en conflicto acabaría con el ejército enemigo y se propagaría muy
atrás ayudada por el clima tórrido y por el uso obligatorio de las aguas
contaminadas. El proyecto fue aprobado por unanimidad de los jefes presentes.
Comisioné a dos cirujanos militares para que se constituyeran en los fortines
que se iban a evacuar y procedieran a contaminarlas las aguas de sus atajados.
Partieron inmediatamente para cumplir la misión pero con gran desengaño para
todos, después de su regreso, no hubo el menor aviso de que la extrema medida
hubiera tenido algún resultado. Muchos informaron que los comisionados no se
habían animado a cumplir con la orden impartida y los dos cirujanos fueron dados
de baja con ignominia en una de las ordenes generales que dicté. Después
reflexioné pensando que quizá s el cultivo se había esterilizado por la falta de
previsiones en su conservación. Pero, hasta el día de hoy, jamás me he
arrepentido de haber ideado un recurso tan supremo que de haber dado resultado
habría sido la salvación de la patria amenazada.
A mediados de octubre partimos nuevamente hacia la línea en la que se
desarrollaba la retirada. Salimos en una pequeña camioneta de Muñoz en dirección
a Saavedra en un día caluroso que presagiaba tormenta.
Nos acompañaba el prestigioso cirujano americano Dr. James V. Price que
convaleciente de una disentería contraída en Platanillos donde había estado como
director del hospital había atendido numerosos heridos evacuados de Boquerón,
Yujra y Arce. Había puesto su vida y su carrera al servicio de Bolivia pero
nuestro país nunca reconoció su gesto; se condecoró a muchos que no lo merecían
y a él, llegaron a expulsarlo del país como a elemento indeseable, después de
terminada la guerra.
…………………………………………………………………………………
COMENTARIO DE GASTON CORNEJO BASCOPÉ SOBRE EL LIBRO “SED Y SANGRE EN EL
CHACO” DE ABELARDO IBÁÑEZ BENAVENTE.
Investigué todos los detalles de la tentativa de epidemia provocada de Cólera en
el territorio de conflicto bélico, llamada “Guerra Bacteriológica”
Sus implicaciones genocidas y carácter de violencia guerrera prohibitiva a la
luz de la Convención de Ginebra y los Derechos Humanos.
Critiqué el gesto del insigne cirujano como una acción de Lesa Humanidad.
Personalmente visité al Dr. Gabriel Arze Quiroga cuando aún se encontraba en
vida, quien fue uno de los comisionados para tal proyecto en su domicilio del
Prado en Cochabamba según el libro de su autoría “Instantáneas de Ayer”.
Confirmó que fue él quien recibió la orden del propio Gral. Peñaranda en el
fortín Arce pero que, luego de aceptar los dos frascos de Vibrión Colérico, los
enterró al pie de un árbol. Era una guerra de posiciones dijo; y luego también
sufriríamos el contagio a pesar de toda la precaución y las vacunas
profilácticas recibidas al ingresar al Chaco. Me aseguré de su entierro, quemé
el campamento y partí a caballo, concluyó.
Años más tarde, en La Paz en ocasión de un congreso médico, el Dr. Carlos
Alfredo Rivera relató que fue él quien cargó los dos frascos de cultivo en su
ingreso al teatro de operaciones, que llegando al fortín Arce se perdieron entre
los cajones de bebida alcohólica que acompañaron al cultivo. Esto desencadenó
gran enojo en la superioridad militar. Se ordenó su apresamiento en un recinto
militar junto con el Mayor Toledo (más tarde colgado de un farol el 21 de julio
de 1946). Nunca fui dado de baja con ignominia manifestó y en su libro
“Instantáneas de Ayer”, confirma el relato.
Evaluando este dilema ético, corrijo las expresiones vertidas en un Encuentro
Histórico sobre la Medicina en la Guerra del Chaco, cuando critiqué acremente el
gesto del cirujano Jefe de la Sanidad Militar.
Al leer su informe escrito en el texto “Sed y Sangre en el Chaco” concluyo con
las siguientes reflexiones bioéticas:
Primero, el desbande del ejército boliviano fue tremendo con deserción, fuga,
desaparecidos y muertos de sed, escapando llenos de pánico luego de Boquerón. El
deshonor y la situación fueron críticos para la responsabilidad de quienes
conducían el conflicto.
Segundo. El Dr. Abelardo Ibáñez Benavente no identifica en su escrito a ninguno
de los dos comisionados militares para la siembra del cultivo.
Segundo, si bien dictó una orden de baja con ignominia, ésta no llegó al médico
Gabriel Arze ni fue dado de “baja con ignominia”. La negativa de siembra fue un
gesto enaltecedor que lo honra.
Tercero. El delito de “Lesa Humanidad” por arma genocida durante un conflicto
guerrero se dio en otras situaciones como Hiroshima, Nagasaki, Viet-Nam, Irak,
Afganistán, cuando fueron utilizadas armas de destrucción contra la población
civil: bomba atómica, fosforo blanco, napal, uranio debilitado, bombas de
racimo, gas tóxico y guerra bacteriológica tóxica. En el presente caso no
existía ninguna población civil en la zona pasible de epidemia sino soldados
combatientes.
Por encima de estas consideraciones, no encuentro diferencia entre inducir una
epidemia de Cólera Asiático en el Chaco, con los fusiles, ametralladoras,
tanques, misiles, bombardeos, morteros utilizados por ambos ejércitos y el
resultante de miles de muertos, heridos, desaparecidos, amputados,
discapacitados; muertos de sed, de hambre, desnutrición y de enfermedades como
la fiebre amarilla, la tuberculosis, el paludismo, las disenterías y la gangrena
gaseosa propia del ámbito chaqueño; todos elementos de lesa humanidad que
terminaron con la vida de cien mil jóvenes, el triple de heridos y maltrechos
psicológicamente lesionados de por vida. En ese tiempo de miseria terapéutica se
debía saber que un rasguño de bala significaba la muerte. Una herida torácica o
abdominal penetrante era definitivamente mortal.
No existe, en mi criterio bioético, ninguna diferencia entre criticar la siembra
de vibrión colérico y aceptar cualquier otra arma asesina; la guerra misma en sí
es reprochable y sus autores son unos asesinos cultores de la muerte.
El conflicto del Chaco debió solucionarse mediante el diálogo fraterno y
diplomático así como las otras contiendas que lesionaron la dignidad de Bolivia.
La guerra es una acción de animalidad, una reversión de la humanidad hacia el
engendro primitivo. La Guerra del Chaco fue una “guerra estúpida”; desencadenada
por Salamanca y sus asesores políticos: “Pisar fuerte en el Chaco”.
Destaco, luego del Informe-Memoria del libro del Dr. Abelardo Ibáñez Benavente,
los puntos que me parecen importantes de memorizar:
1. En el informe del Jefe de la Sanidad Militar se acota principalmente que
gracias a la donación del “Barón del Estaño” , don Carlos Víctor Aramayo para la
adquisición de un hospital, el autor Jefe de Sanidad Militar adquirió el
hospital desarmable en Buenos Aires, el mismo que fue el único que funcionó en
Villamontes y tuvo gran utilidad durante la campaña. Allí atendieron los grandes
clínicos y cirujanos Aurelio Melean, Carlos d´Avis, Carlos Aranibar, Raúl
Maldonado, José Anaya y otros.
2. Ibáñez creó la Primera Brigada Sanitaria Militar.
3. EL autor anota con afectación el trato prepotente y despectivo del Gral.
Carlos Quintanilla ante el requerimiento de ayuda sanitaria para atender a los
heridos en la ofensiva boliviana a Boquerón.
4. La evacuación de heridos por vía aérea mediante aviones del LAB por primera
vez en conflictos bélicos americanos.
5. La adquisición de material sanitario efectuada por Ibáñez Benavente en Buenos
Aires Argentina ya iniciada la guerra.
6. La puesta en función de un Laboratorio Biológico a la entrada de soldados en
Villamontes para el control sanitario y preventivo de epidemias, la fabricación
de vacunas contra la tifoidea y el cólera, la purificación de agua para la
bebida, la entrega de comprimidos e inyectables de quinina para la malaria.
7. La organización de las Brigadas Médicas de los profesionales que llegaban de
las ciudades.
8. La estupidez del Alto mando de controlar gastos en sanidad militar para hacer
una “guerra con economías” pareja con la “movilización con cuentagotas”.
9. La caída de uno de los mejores hospitales de campaña de Gondra en poder del
enemigo.
10. La enaltecida labor del Jefe de Sanidad Militar el Dr. Abelardo Ibáñez
Benavente, además combatiente en la toma de Boquerón, su eficiente labor en la
organización de las brigadas sanitarias, la atención de urgencia, la evacuación
y el tratamiento ulterior en los hospitales divisionarios o hacia las ciudades
del interior.
11. La orden directa del presidente Salamanca para su destitución inmotivada a
fines del 1932 mientras desempeñaba un puesto de alta responsabilidad con
eficiencia en Viillamontes y su resistencia a obedecerla por no haber sido
emitida por el conducto regular.
La entrevista con Salamanca cuando sin recibir respuesta a su petición de
Licencia indefinida lo convoca a Palacio para recriminarlo con una frase
impropia de un mandatario: “¡Señor…Usted me ha dado una patada en el c…!;
entrevista que concluyó sin pena ni gloria para nadie”.
12. El Gral. Ismael Montes Presidente del Banco Central de Bolivia, “espina para
el presidente Salamanca”, convoca al amigo, camarada y médico retirado para
preguntarle ¿qué gesto benéfico hacer? Ante la seguridad de concluir la guerra
con multitud de inválidos y mutilados, su rehabilitación mediante la instalación
de un “Hospital de Reparación y Ortopedia”. En respuesta, la creación de dicho
nosocomio a fines de 1933 con la adquisición de todo el equipo por Ibáñez
nuevamente en Argentina. Su funcionamiento y enorme utilidad los tres años de la
campaña y posteriores hasta su clausura. Finalmente, concluye el capítulo con la
descripción dolorosa de la enfermedad terminal del ex Presidente Montes, una
gangrena gaseosa adquirida en el Chaco que obligó a un tratamiento quirúrgico de
amputación y el fallecimiento ulterior.
13. Las publicaciones científicas sobre “Cirugía Reparadora de las Lesiones de
los nervios periféricos y de Lesiones de las Articulaciones”, tuvo resonancia
internacional con autoría de Abelardo Ibáñez Benavente, Vicente Gómez y Alfredo
Calvo Vera, como productos científicos y de reconocida experiencia por la
atención de las innumerables heridas de la Guerra del Chaco tratadas en este
Hospital de Ortopedia del Banco Central de Bolivia.
Concluye el informe elocuente y verás del libro “Sed y Sangre en el Chaco”,
Editada en Talleres de la Empresa Editora “En Marcha” 1967. La Paz. Con el
relato de la atención médica del herido de tórax Dr. José Antonio Arze, su
restablecimiento milagroso, la curación con la penicilina regalada por EEUU y
administrada exitosamente; fue el segundo presente norteamericano de esa época;
el primero fue enviada para el tratamiento de la enfermedad de Peritonitis del
Gral. Carlos Blanco Galindo en 1943. Finalmente, el autor acompaña a José. A.
Arze al Parlamento para que el Presidente del Senado el Gran escritor don Franz
Tamayo proceda a la Toma del Juramento como Senador de la República.
Octubre 2013.