Carta del Mariscal Antonio José de Sucre al coronel León Galindo |
Chuquisaca 16 de octubre de 1827
(Traducción)
Mi querido Coronel
Mucho me alegro que en su carta de V de 11 del corriente convenga con mis
opiniones de abreviar la reunión del Congreso y marcharme; porq´ al parecer de
V. lo aprecio como de un amigo que tiene interés por mi reputación y de un
Ciudadano que piensa con juicio sobre los negocios públicos.
Aun no he recibido contestación del General Figueredo á la nota que V habrá
visto en el Cóndor sobre la marcha de las tropas. Luego que llegue diré a V lo
que pienso, entre tanto no pierda V una diligencia para adquirir el dinero
solicitado; pues cada vez me convenzo más que urge que se marchen esas tropas
así como es justo darles alguna cosa para que no se vayan tan descontentos de
Bolivia, y que no quieran volver si algún día los necesita este país.
Es preciso hacer cualquier esfuerzo, pues sabe V que las economías que resultan
de su despacho, darán sobradamente con qué pagar cualesquiera empeños.
De oficio se contesta sobre Gonzales, sobre táctica & y luego se dará el
reglamento sobre fuerza de las Compañías y número de cabos y sargentos. Los
músicos no son más que soldados y si quieren darles gratificaciones que los
hagan los oficiales. Sobre todo, los Reglamentos militares puede V ir haciendo
sus apuntamientos para cuando se encargue la inspección.
Nada hay de particular: cariños a Antonia; saludos a la familia y me repito de
V.
SUCRE
NOTA E
INTERPRETACIÓN DEL AUTOR: Gastón Cornejo Bascopé
El Mariscal y presidente Sucre se encuentra preocupado por la salida de las
tropas colombianas, (seis meses previos al conato del abril de 1828) pide al
prefecto de Potosí Gral. León Galindo, colombiano: “No pierda V alguna
diligencia para adquirir el dinero solicitado urge que se marchen las tropas y
darles alguna cosa para que no se vayan tan descontentos de Bolivia y que no
quieran volver si algún día los necesita este país”. También anota: “abreviar la
reunión del Congreso y marcharme”.
¡Atención!
El gobernador presidente urgido de marcharse, quiere convocar anticipadamente al
Congreso para renunciar e irse, pagar a las tropas sueldos devengados y
despacharlos prontamente como ya se publicó en prensa en El Cóndor, previa a
esta misiva, por el Gral. Figueredo. Esa administración de Gobierno, no ha
debido ser una taza de leche, ni para el gobernante ni para los gobernados y
menos para la tropa colombiana de ocupación.
Los historiadores subliman la administración de Bolívar y Sucre en honor a su
rol libertador pero en el trasfondo está la CONSTITUCIÓN VITALICIA, el ejército
extranjero impago y la responsabilidad del pueblo que no olvida la historia de
quince años de lucha guerrillera para auto gobernarse, quiere tener autoridades
propias, condiciona una oposición que se manifiesta prontamente y que condujo al
Libertador Pedro Blanco a proclamar también su rebeldía; finalmente, sucedió el
retiro del Mariscal Antonio José de Sucre de Bolivia quejándose contra el
general José María Pérez de Urdininea 778omo si fuese un traidor y un cobarde.
No hay tal gesto.
La verdad es otra muy diferente. En el MANIFIESTO del acusado Urdininea está la
verdadera razón de su inacción guerrera y también él explica aunque entre líneas
su acuerdo con la proclama y separación de Pedro Blanco.
LA PERIODISTA NINOZKA LAZARTE HACE UN DESCUBRIMIENTO IMPORTANTE, VISITA ATOCHA,
EL EX CENTRO MINERO AHORA DESPOBLADO POR DONDE SALIÓ EL GRAN MARISCAL ANTONIO
JOSÉ DE SUCRE CAMINO A COBIJA AL LITORAL BOLIVIANO Y LUEGO EMBARCADO A GUAYAQUIL
Y QUITO PARA QUEDAR EN EL SENO DE SU FAMILIA.
Es en
Atocha donde pernoctó el Mariscal y desde allí envió una última nota a Francisco
Burdett O´Connor. En realidad dictó a su edecán Escolástico Andrade, su carta de
despedida, O´Connor en sus Memorias manifiesta: la conservo con amor y
veneración en mi poder.
Veamos el tenor de dicha carta:
Atocha,
12 de agoto de 1828. Señor Coronel Francisco Burdett O´Connor. Mi querido amigo y compañero: “Hoy sigo para Cobija con destino a Guayaquil y de regreso a mi casa en Quito. Antes de marchar hago mi despedida a U. Es inútil repetirle que en Quito tiene U un buen amigo y servidor. No sé qué es lo que U. ha resuelto sobre su persona después de los últimos sucesos. El Coronel Trigo me ha escrito avisándome que U se fue a la frontera a esperar el resultado. Esta es una tempestad que pasará pronto y es preciso ver sus efectos con sangre fría. Bolivia, es decir los pueblos, No están mal animados, pero una fuerza extraña, los traidores y la pérfida conducta de Urdininea la han conducido casi al sepulcro. Creo que el Congreso trabaje con dignidad. Procure U de hacerse de un ejemplar de mi mensaje que contiene un extracto de los sucesos. Puede U obtenerlo por medio del Coronel Infante en Salta. No sé nada de las cosas de Colombia. Parece que el interior estaba tranquilo. En el Sud continúan los aprestos militares y parece que habrá quema en el Perú. El General Flores tal vez ha empezado las hostilidades, al saber de la invasión a Bolivia. El Libertador se fue de Bogotá para Caracas el 13 de Marzo y me escribe que volvía inmediatamente para Quito. Alarcón y Andrade se despiden de U. y yo me repito siempre y en cualquier parte, su sincero servidor y amigo. Por el General Sucre. JE. Andrade”. |
En esta
edición, sin fecha, efectuada en España, la carta de Sucre se encuentra en la
página 442 y el libro lleva un título distinto a los clásicos de Recuerdos, en
éste es el de INDEPENDENCIA AMERICANA.
En la reedición ordenada por el Senado de Bolivia. 2008. (S. J. O´Connor-G.Cornejo
la carta está en la página 166)
Pero veamos una nota introductoria en la edición Un Irlandés con Bolívar: “Breve
noticia sobre la Obra. El autor de este libro de memorias fue el coronel del
Ejército Libertador de Colombia y general de División de los ejércitos del Perú
y Bolivia. La obra fue escrita en 1869. Y su primera edición con el título de
Recuerdos se imprimió en Tarija, Talleres La Estrella en 1895, en 500
ejemplares.
La segunda edición fue ordenada por su nieto F.O´Connor D Árlach y apareció en
la Biblioteca de Ayacucho dirigida por el escritor venezolano Rufino Blanco
Fombona en Madrid, 1916. (Posiblemente es la edición descubierta por Ninoska
Lazarte).
El mismo prólogo escrito por el nieto del autor para esa segunda y tercera
edición es el que figura en esta tercera edición de la obra Un Irlandés con
Bolívar. Este libro se terminó de imprimir en el mes de diciembre de 1977 en los
Talleres Gráficos Yunque. Combate de los Pozos 968, Capital Federal.
En todas las ediciones está el prólogo del nieto Tomás O´Connor d´Arlarc fechado
en Tarija, 3 de abril de 1894. En la edición Un Irlandés con Bolívar la carta de
Sucre se encuentra en la página 182. En la edición del H. Senado, la misma carta
está en la página 166.
COMENTARIO GASTÓN CORNEJO BACOPÉ
Las numerosas ediciones de la presenta obra manifiestan su importancia y al
parecer no fueron desmenuzadas en este punto específico de carta la de despedida
del Mariscal al coronel O´Connor haciendo algunas sindicaciones calificativas en
su Manifiesto al Congreso sobre la actuación del general Urdininea que el
sindicado responde en su propio Manifiesto
Por ello el estudio de ambos temas..
I.
MANIFIESTO DEL GENERAL JOSÉ MARÍA PÉREZ DE URDININEA
En torno a este contexto es imprescindible primero dar a conocer el MANIFIESTO
de José María Pérez de Urdininea contra las expresiones del Gran mariscal de
Ayacucho en 1828 y comentarlas
“Acabo de dejar la espada con que afortunadamente he podido preservar a mi
patria de una guerra destructora y me veo precisado a tomar la pluma en defensa
de mi honor.
Debo dar a mis compatriotas cuenta del estado de mi corazón desde que los jefes
auxiliares de Colombia desarrollaron sus planes en nuestro suelo. Entre
ciudadanos libres nada debe ocultarse ni hacerse misterioso.
Desde que en el país comenzaron a pulular los deseos de independencia y
libertad, tuve la gloria de presentarme en la arena contra el poder formidable
que oprimía mi patria y resistir el que gozase estos dones del cielo. Jamás el
recuerdo de las fatigas que sufrí ni los riesgos que arrostré en la dilatada
carrera de mis esfuerzos para conseguirlos, suscitó mi amor propio hasta el
grado de hablar de mí mismo. La dura necesidad me fuerza hoy a este doloroso
sacrificio.
El Gran Mariscal de Ayacucho me hiere en su Mensaje de una manera sangrienta y
atroz, mi honor exige una vindicación indispensable para desvanecer la impresión
que haya producido la calumnia en el ánimo de mis conciudadanos, cuyo buen
concepto aprecio a par de mi existencia.
Aunque poco ejercitado en las contiendas de papeles, no titubeo en salir a la
palestra, confiando en que, a la honradez e ilustración de mis compatriotas
bastará la sencilla exposición de los hechos para convencerse de la verdad y la
justicia.
He dicho que desde el instante en que se vislumbraron entre mis compatriotas el
deseo de independencia y libertad, me arrojé a los combates para conseguirlas.
Creí a mi patria libre e independiente después de la victoria de Ayacucho; acaté
a los que miraba entonces como sus libertadores con los homenajes más rendidos;
les he tributado por aquellos servicios las más distinguidas consideraciones
hasta el último momento; no he querido fecundar de ningún modo el ominoso germen
productor de las monarquías y tiranos; la ingratitud de los pueblos para con los
que los sirven bien.
Tuve, sin embargo, el amargo dolor de ver que los resultados de aquel glorioso
triunfo negaron a mi país el precioso objeto de sus anhelos y sacrificios por
medio de combinaciones tan fuera de todo cálculo como inesperadas de parte de
los campeones de aquella memorable jornada.
¿Quién pudiera persuadirme que esos ínclitos varones prostituyesen tan luego su
inmarcesible fama al impulso reprensible de su interés personal? Nadie debiera
creerlo, pero así sucedió.
Circunstancias que nadie ignora me obligaron a sepultar en mi pecho el pesar
acerbo que lo dilaceraba en el desarrollo de unos planes formados por la
ambición, sigilados por la política y preservados por la osadía a los pueblos
absortos, anunciándoles su esclavitud a favor de medidas adoptadas al descuido
de su ciega confianza.
La disolución del Congreso Peruano el año de 1826, las medidas tomadas por el
Libertador cuando vino a visitarnos, y el temor de la Constitución Boliviana,
pusieron en claro al mundo los proyectos ulteriores de los jefes colombianos y
dieron la alerta a todos los amantes del régimen popular.
El estado de cosas en aquella época de zozobras y el gran prestigio de aquellos
jefes, exigían dejar al tiempo el desengaño de los hombres para poder organizar
una oposición que prometiese probabilidades de buen éxito. La inmensa fuerza que
arrastraba la reputación del general Bolívar y la inflamada gratitud de los
pueblos hacia él, presentaban obstáculos insuperables a la contrariedad de sus
designios.
Para realizarlos no se había omitido la lisonjera idea de las grandes
esperanzas, la creación de nuevos intereses y el espionaje se entabló como uno
de los medios conducentes, sostenido con recompensas y por medidas de terror.
Este fatal estado de cosas ha subsistido en mi desgraciado país hasta después
del 18 de abril último. Respondan todos los bolivianos imparciales si el tétrico
bosquejo que les presento del estado político de mi patria, es o no verdadero.
Reconcentrado en mí mismo juzgué lo más prudente y aún limitarme a observar con
atención el comportamiento del gobierno y de los pueblos para conocer la opinión
pública que siempre ha sido la brújula de mi dirección. La menor indiscreción me
habría perdido para siempre y tal vez servido para remachar a mi patria
eternamente en las cadenas. En un tiempo tan peligroso ¿a quién confiaba sus
secretos un jefe cuya delación ofrecía infidencia un galardón importante? Pienso
que ningún hombre importante desaprobará mi conducta.
Esta prudente circunspección me ha conservado en aptitud de ser útil a mi
patria. No dudo asegurarlo, sin mi cooperación ella estaría ya bañada en sangre,
quizá sería la presa de los que se titularon sus libertadores para erigirse en
sus señores. He logrado preservar mi patria de la esclavitud, el llanto y la
desolación; está mi corazón satisfecho. Descollen como quieran contra mí el
egoísmo y la negra envidia, el examen de mi consciencia me consuela y los buenos
ciudadanos me harán justicia.
La insurrección de los batallones colombianos Voltíjeros y Bogotá obligaron al
gobierno a valerse de mis servicios para conservar el ejército. Este incidente
lo miré como un destello de luz que me presentaba la Providencia. Nombrado
General en Jefe del Ejército nacional, marché a recorrer el Desaguadero. Quise
aprovechar esta ocasión. Solicité una entrevista con el Gral. Gamarra la que me
fue negada por no estar, según decía este general, autorizado para ello por su
gobierno. Este paso me atrajo graves disgustos y no fueron pocos los arbitrios
de que tuve que valerme para evitar sus consecuencias.
El general Gamarra tuvo después una conferencia con el Gran Mariscal de
Ayacucho. Este puso el más escrupuloso cuidado en ocultarme lo convenido en
ella, aunque exteriormente aparentaba creerme digno de esta confianza. La
reserva y sus recelos me pusieron en nuevas incertidumbres e inquietudes. El
descontento hacía tiempo que comenzaba a manifestarse y lo negocios públicos
presentaban los síntomas de una crisis. Colocado yo en medio de los huracanes
que debían formar la tempestad, carecía de los datos necesarios para dirigirme.
El general peruano había rehusado entenderse conmigo, el Gran Mariscal se
reservaba y me asechaba por todas partes.
A la perspicacia del general Sucre no podía ocultarse la línea política que
debía seguir el Perú después del suceso del 26 de enero de 1827, ni que esta
república tenía que ponerse prontamente en acción para eludir los resultados de
aquel acontecimiento. El general Bolívar había declarado sus planes y presentado
al mundo entero la profesión de su fe política. Sus partidarios en Colombia
preconizaban estos planes inculcando sus grandes ventajas para reforzar su
imparcialidad con los ansiosos de las ganancias que ofrecía la nueva ocupación
del país que concentra tan ingentes riquezas.
El Perú hacía los mayores esfuerzos para aumentar su ejército. Todas las fuerzas
existentes en Cusco y Arequipa se reconcentraron en Puno y los jefes más
acreditado en el Perú se ponen a la cabeza de esta fuerza. De Lima se le remiten
municiones y los parques y Estados Mayores de Arequipa y el Cusco se le reúnen
dándole una organización más expedita y activa.
Todas estas operaciones indican que Bolivia es el punto por donde el Perú ha de
principiar el desenvolvimiento de su política. Nadie puede dudarlo. El Gran
Mariscal se halla en La Paz y con asombro de todos los inteligentes regresó para
Chuquisaca sin tomar la menor medida de precaución. El ejército no recibe
refuerzo, ni se le da organización, no se forma ningún plan de campaña; no se
desmarca la base ni la línea de operaciones, ni se dejan instrucciones
previsoras de unos acontecimientos cuya evidencia no admite la menor duda. El
erario está cesante y ninguna providencia se dicta para reponerlo. Esta inacción
me suscita mayores incertidumbres.
¿Qué se habrá convenido entre Gamarra y el Gran Mariscal? ¿Qué significan los
aprestos del primero y la impasibilidad del segundo después de la entrevista?
¿Qué misterio es este?
Llega por fin el 18 de abril en que resuena el primer estallido del descontento
nacional. En consecuencia, se ve el gobierno en la precisión de confiarme el
mando del Estado. Le recibo a pocos días la noticia de que el Ejército peruano
ha pasado el Desaguadero. Se me ordena ponerme inmediatamente en marcha y
resistir al enemigo. ¡Qué situación la mía!!! Me ceñiré al examen de los puntos
en que la hidrofobia del Mensaje del Gran Mariscal ha derramado toda la ponzoña
que ocultaba contra mi persona. Demostraré la impostura y justificaré ante la
Nación entera mi conducta. El exordio del Mensaje es una prueba convincente de
que nada ignoraba su autor acerca de los pasos del Perú contra su poder y
existencia en Bolivia. Y no sé cómo quiera disculpar el descuido y apatía de su
administración.
Sirva pues este preámbulo de satisfacción a mis conciudadanos y de desahogo a mi
corazón tanto tiempo oprimido. Vean en él mis compatriotas los poderosos motivos
de mi conducta antes del 18 de abril; nada quiero ocultarles. Prescindo de
reflexionar sobre la introducción del Mensaje y otros pasajes de contexto de
donde podría deducir cargos bien graves contra el Gran Mariscal y que me darían
ocasión para sacarle el rostro los defectos de su administración. Protesto no
abrigar rencor alguno a su persona, mi conducta la ha reglado mi conciencia y la
conveniencia de mi patria. Estos han sido los móviles de mis operaciones, no el
impulso innoble del resentimiento personal. Por eso quiero limitarme a tocar
solo los puntos a que él mismo me obliga acriminándome.
El Mensaje hace ascender el ejército nacional a 3.500 hombres pero la fuerza
efectiva no era tal. A mi llegada a Oruro creía encontrar ésta fuerza por lo
menos en el ejército. ¿Pero cuál debió ser mi sorpresa cuando solo hallo en
aquel punto un esqueleto de ejército y enteramente desmoralizado? Luego que el
ejército peruano pasó el Desaguadero, emprendió el nuestro en retirada desde
Viacha en un desorden inconcebible. En su primera parcha se pasaron a los
peruanos la valiente compañía de granaderos de Pichincha y más de 300 hombres de
los cuerpos nacionales desertaron también. La deserción no cesó hasta Oruro. En
esta vergonzosa retirada no estaba yo a la cabeza del ejército. El 15 de mayo
tomé yo el mando en Oruro Aprovecho este momento y muevo el ejército a Paria.
Aquí hago los mayores esfuerzos para reponer las bajas y el 214 de mayo ascendía
a la fuerza disponible de 9 jefes, 105 oficiales, y 1901 soldados. Entre
artillería, cazadores, batallones 1 y 2, lanceros, granaderos, húsares y la
compañía Pichincha colombiana. Esta es la fuerza que existía en Patria, la mayor
parte reclutas. Era la única con que podía contar y apenas ascendía a la tercera
parte del ejército peruano que se hallaba ya reforzado con las montoneras del
país y con una columna de cerca de mil hombres con que el general Blanco operaba
a mi retaguardia.
El 25 se descubrió la revolución intentada a favor de los peruanos por cuatro
jefes de cuerpo, dos capitanes y seis tenientes y tres subtenientes. Desde Oruro
había sido mi cuidado indagar la opinión pública que mis compatriotas no me
ocultaron. Supe que La Paz había recibido al ejército del Perú con
demostraciones de alegría abasteciéndole con abundancia. En Oruro lo esperaban
con ansias y preparativos para auxiliarle. Estos datos, importantes, de la
opinión pública, la SEPARACIÓN del general Blanco y la revolución del 25 en
Paria me decidieron a retroceder en el instante; pero yo permanezco en Paria a
todo riesgo. 29 soldados habían rendido las armas sin combate y tomado servicios
en el ejército contrario. ¿Cuáles son pues los motivos que han causado estas
defecciones? La voz de mis conciudadanos me contesta No queremos guerra, esta
guerra no tiene objeto para nosotros. Los colombianos no han hecho más que
substituir a los españoles abusando de nuestra gratitud y confianza. Nos oprimen
y despojan como aquellos, han usurpado nuestros derechos y disponen de nuestros
intereses sin rebozo ni responsabilidad. Este grito de mis compatriotas no podía
serme indiferente.
No obstante, me mantengo en Paria y llevando el atrevimiento hasta más allá de
los límites que dictaba la prudencia, espero allí a los peruanos hasta verlos en
el obraje, esto a un cuarto de legua de distancia. Desde que los tengo a la
vista me impulsa el honor militar a conservar las armas nacionales. A pesar de
una inferioridad tan notable salgo con el esqueleto de nuestro ejército a la
pampa y presento batalla. Los contrarios la evitan buscando posiciones
inaccesibles. Sostenidos en ellas emplean toda la tarde en reconocer lo débil de
mi posición con el ánimo de acometerme al día siguiente con una ventaja
decisiva.
Tuve al otro día el arrojo de presentarme en medio del ejército contrario para
examinar su fuerza y marché con él hasta Oruro donde presencié la manifestación
solemne del odio del pueblo a la dominación colombiana. Sigo mi marcha a
Sorasora y cada vez tengo más pruebas de la repugnancia de la guerra. He aquí
conciudadanos una prueba evidente de cobardía que se me imputa en el Mensaje.
Juzgad vosotros.
Era a mí ver llegado el tiempo de terminar el asunto y entablé las negociaciones
de que se hace mención en el Mensaje. Ellas no tuvieron efecto porque habiéndome
negado el general peruano la Conferencia del Desaguadero, y no habiéndome
presentado en Caracollo ninguna instrucción de su gobierno a su incursión en
Bolivia no me ofrecía dato que esclareciese mis dudas sobre cual fuese su
designio. Este es el porqué ignora el Gran Mariscal en su Mensaje. Respecto a la
inculpación de poca destreza en su manejo, se persuade la injusticia con saber
que los sujetos comisionados han merecido por sus luces el aprecio del Gran
Mariscal y particularmente uno de ellos tiene muy acrisolad su honradez a amor a
la causa pública.
Tocante al triunfo de nuestras armas es una pura quimera. La fuerza de los
peruanos era el triple que la nuestra y mejor organizada, la opinión en su
favor, y con numerario bastante, artículo esencial para la guerra y del
carecíamos nosotros enteramente.
Dice también el Mensaje que había abundantes caballos en el país pronto para
cualquier urgencia, los que podían reponerse con 500 llegados de la Argentina y
que 500 estaban en Santa Cruz correspondientes del Estado. Más adelante asegura
que el ejército estaba para recibir mil reclutas de los departamentos.
Es ciertamente de admirarse que el Gran Mariscal de Ayacucho quiera hacerse tan
inocente. Lo cierto es que no se ha visto un caballo de esa abundancia que
supone. Los caballos que pude lograr a nuestra caballería en estado de operar,
fueron tomados en Oruro a un Salteño que lo traía, según he oído decir, para el
ejército peruano. De los mil reclutas ninguno se ha incorporado a las filas. Los
72 hombres que guarneciese en Cochabamba se pasaron los más a los peruanos y el
resto desertaron. El movimiento de Santa Cruz y Valle Grande demuestra hasta la
evidencia lo que podía esperarse de su guarnición y sus milicias. La Laguna y
Pomabamba se habían declarado a favor de los peruanos; Cotagaita, Cinti y Tarija
obraban de acuerdo con el general Pedro Blanco Heredia.
El Gran Mariscal de Ayacucho aparenta en su mensaje que ignoraba todo esto
¡crasa ignorancia! En la tarde del cuarto día después de las negociaciones de
Sorasora me trasmitió Gamarra una copia autorizada de las instrucciones que le
había dirigido su gobierno relativas a la conducta a observar en Bolivia. En
ellas se le previene permanezca en Bolivia hasta que hayan desocupado los
colombianos y que la Nación se haya dado un gobierno nacional elegido libremente
y se le prohíbe intervenir directa e indirectamente en lo demás de nuestros
negocios.
Las prevenciones del gobierno peruano a su general no podían ser más
terminantes. Y la seguridad que el último me daba por boca de un ayudante de su
EM de su ejército me parecieron suficientes garantías para resolverme a
complacer el voto de mis conciudadanos sin temor a que quedasen burladas sus
esperanzas. Deseo de preservar a mi patria de una guarra cuyos resultados,
cualesquiera fuesen, debían serle funestos, me decidí a transigir anteponiendo
siempre el bien público a mi persona.
Me increpa el Gran Mariscal mis operaciones militares pero se desentiende que
ellas eran necesarias para conservar los restos del ejército y para devolver a
mis conciudadanos sus derechos pérfidamente usurpados.
Omito manifestar las amarguras que he sufrido para llevar a cabo los tratados.
Mi prudente proceder lo ha calificado el Gran Mariscal de Ayacucho de TRAICIÓN Y
COBARDÍA: ¡insensato! ¿A quién traicionaba yo? ¿A ti? ¿Quién eres tú para decir
que te traicionaron? ¿A mi patria? No prosigas … Podía yo traicionar al ídolo de
mi corazón? ¡Cobarde! Respondan por mí los campos desde La Plata al Desaguadero!
Quería el Gran Mariscal la guerra, no por el bien de mi patria, sí por conservar
su poder y trasmitir a Colombia un motivo de encenderla con el Perú. Estos eran
los objetos que se proponía el general Sucre con hacer la guerra a muerte como
los bárbaros del norte. ¿Debía yo prescindir de los males de mi patria. Por
complacer sus ideas ambiciosas y sangrientas?
En su Mensaje el Gran mariscal se parece más a un párvulo que delira que a un
hombre de Estado que discurre, sino más bien a un trapallista que trata de
alucinar con aserciones poderosas.
Compatriotas, creo haberos presentado en este escrito pruebas irrefutables que
desvanecen la calumnia con que me ataca impíamente en su Mensaje el Gran
Mariscal de Ayacucho. En él os presento mi corazón al exponeros las razones que
han reglado mi conducta. A vosotros es a quien toca decidir si mi comportamiento
ha sido conforme a vuestros intereses, no a un usurpador de vuestros derechos.
Yo creo haber procedido de acuerdo al bien público que debe ser siempre la norma
de todo bien ciudadano. Para los tratados de Piquiza fueron personas
distinguidas y de la mayor confianza, un general y dos diputados del Congreso
Constituyente, el primero ha merecido en estas circunstancias difíciles vuestros
votos para regir el Estado.
Reunido el Congreso Extraordinario y nombrado ya el gobierno provisorio de la
República, a ellos cumple velar por vuestra prosperidad y vuestros derechos.
Retirado yo al seno de mi familia hará mi felicidad el grato recuerdo de haber
contribuido a vuestra dicha por cuantos medios han estado a mi alcance. Pero si
algún día veis en peligro los preciosos dones que acabamos de recobrar no dudéis
en que volaré a los combates con el mismo ardor que siempre vuestro conciudadano
José María Pérez de Urdininea”.
ANÁLISIS Y COMENTARIO DEL MANIFIESTO DEL GENERAL JOSÉ MARÍA PÉREZ
DE URDININEA- RESUMEN SÍNTESIS POR GASTÓN CORNEJO BASCOPÉ
Es
indudable que el general Urdininea, fue el gran general americano, con
antecedentes militares probos, acendrado patriotismo, valentía y una hoja
límpida de lucha por la libertad.
Luego de conocer el Manifiesto de Sucre quedó profundamente ofendido: Quedó
desengañado de los jefes de las fuerzas colombianas que desarrollaron sus planes
en nuestro suelo.
Declara que no existió confianza personal con el presidente. Confiesa con dolor
que ese fue el meollo del problema: su relación distante con el presidente.
Descubrió que “existían combinaciones tan fuera de todo cálculo como inesperadas
de parte de los campeones de Ayacucho que negaron a Bolivia el precioso objeto
de sus sacrificios. Y que los ínclitos varones de esa gesta se prostituyeron
luego al impulso reprensible de su interés personales”.
Denuncia que la “constitución bolivariana puso en claro los proyectos
imperialistas de los jefes colombianos sostenidos por la creación de nuevos
intereses y el espionaje que se entabló como uno de los medios conducentes,
sostenido con recompensas y por medidas de terror, hasta después del 18 de
abril”.
Que en momentos de la crisis político de 1828 como autoridad responsable: jefe
del ejército nacional, marchó a recorrer el Desaguadero. Que Gamarra tuvo una
gran conferencia con el presidente Sucre y que éste puso el más escrupuloso
cuidado en ocultarle lo convenido en ella, aunque exteriormente aparentaba
creerlo digno de toda confianza. la reserva y sus recelos le pusieron en nuevas
incertidumbres e inquietudes. el descontento hacía tiempo que había comenzaba a
manifestarse entre ambos y la crisis de los negocios públicos presentaban graves
perspectivas.
Insiste en que el Mariscal Sucre se reservaba y le asechaba por todas partes.
Confiesa que el presidente sabía que el ejercito peruano se fortalecía en la
frontera y que el boliviano decrecía notoriamente por deserciones.
Relata que el gran mariscal se hallaba en La Paz y con sorpresa de todos regresó
para Chuquisaca sin tomar la menor medida de precaución para el ejército,
refuerzo, organización, ningún plan de campaña, línea de operaciones, ni
instrucción previsora alguna ante la evidencia de una invasión armada. Sabe que
el erario estaba cesante y no se dictó ninguna providencia
Insiste en manifestar que ignoró totalmente lo convenido entre Gamarra y el gran
mariscal. Insinúa que podría hacer cargos bien graves contra el gran mariscal y
que le darían ocasión para sacar a luz los defectos de su administración.
Tiene una gran disidencia con el presidente en cuanto a las fuerzas armadas
disponibles. El presidente en su mensaje hace ascender el ejército nacional a
3.500 hombres, para Urdininea, Jefe de la fuerza efectiva no era tal. “En Oruro
solo hallé un esqueleto de ejército y enteramente desmoralizado”
Precisa criterios de valor sobre la presencia de las fuerzas colombianas analiza
y expresa el sentir del `pueblo sobre ellas: No queremos guerra, esta guerra no
tiene objeto para nosotros, los colombianos no han hecho más que substituir a
los españoles abusando de nuestra gratitud y confianza. nos oprimen y despojan
como aquellos, han usurpado nuestros derechos y disponen de nuestros intereses
sin rebozo ni responsabilidad. este grito de mis compatriotas no podía serme
indiferente.
Asegura que recibió una nota de Gamarra autorizada por su gobierno en sentido de
la conducta que debía observar en Bolivia, previniéndole permanezca en Bolivia
hasta la salida de las fuerzas colombianas y la nación se haya dado un gobierno
nacional elegido libremente, que se le prohibió intervenir directa e
indirectamente en lo nuestros negocios bolivianos. Es decir … aquí se lee el
pensamiento de Pedro Blanco y los mismos motivos de su separación el 17 de mayo.
En relación a Piquiza asegura que participaron personas distinguidas y de la
mayor confianza, un general y dos diputados del congreso constituyente.
Finalmente concluye con estas expresiones sensibles: “mi prudente proceder lo ha
calificado el gran mariscal de Ayacucho de traición y cobardía: ¡Insensato! ¿a
quién traicionaba yo? ¿a ti? ¿quién eres tú para decir que te traicionaron? ¿a
mi patria? no prosigas … podía yo traicionar al ídolo de mi corazón? ¡cobarde!
respondan por mí los campos desde La Plata al Desaguadero!
En todo irónico afirma que todo lo manifestado era de conocimiento oficial. “El
gran mariscal de Ayacucho aparenta en su mensaje que ignoraba todo esto ¡crasa
ignorancia!
En síntesis, todo esto es lo que manifiesta el general José María Pérez de
Urdininea. Hay grandeza en sus expresiones y su análisis obliga a considerarlas
sublimes.
GASTÓN CORNEJO BASCOPÉ
20 DE AGOSTO DE 2019
II. COPIA DEL MENSAJE DEL PRESIDENTE DE BOLIVIA
ANTONIO JOSÉ DE SUCRE
CONGRESO EXTRAO4RDINARIO DE
1828
Imprenta Boliviana
Señores
El Congreso constitucional fue convocado extraordinariamente por el Consejo
de Gobierno. La incursión inesperada de un ejército extranjero impidió su
reunión. Con sus bayonetas 0bligó al Gobierno a que en lugar de aquel se
reuniera el antiguo Congreso Constituyente, cuyos poderes caducaron conforme
nuestras leyes el primer domingo de Mayo último, en que los pueblos nombraron
nuevos apoderados para la Representación Nacional.. Sin embargo, la ley de Enero
del año pasado da legalidad a los actos de este Congreso hasta el 6 de agosto; y
es por ello que aun que separado del Gobierno, desde que fui herido, vengo hoy a
presentarle una exposición detallada de los sucesos reservando no obstante al
Consejo de Ministros el ampliarla cuando fuera menester.
Recién terminaban las sesiones del Congreso Constituyente a principios de 1827
cuando el partido que se apoderó de la administración del Perú, empesó a
trabajar sin descanso para introducir en Bolivia el descontento y la guerra
civil. Ningún medio perdonó para lograr su objeto, pero los pueblos satisfechos
de sus instituciones se guardaron de las asechanzas y despreciando invitaciones
de organizadores conservan la paz y las garantías que les daban una verdadera
libertad.( … )
El resto del Manifiesto de Sucre se reduce para fines de síntesis e
inerpretación
Para alcanzar aquellos bienes en medio de los partidos que se agitaron 15 años y
de la desolación del país, no he hecho gemir a ningún boliviano; ninguna viuda,
ningún huérfano solloza por mi causa; he levantado del suplicio porción de
víctimas condenadas por la ley; y he señalado mi gobierno por la clemencia, la
tolerancia, y la bondad.
Acaso se me culpe que esta condescendencia es el origen de mis mismas heridas;
pero estoy contento de ellas, si mis sucesores con igual lenidad acostumbran al
pueblo boliviano a conducirse por las leyes sin que sea necesario que el
estrépito de las bayonetas esté permanentemente amenazando la vida del hombre, y
amenazando la libertad.
En el retiro de mi vida veré mis cicatrices y nunca me arrepentiré de llevarlas
cuando me recuerde que para formar á Bolivia preferí el imperio de las leyes, á
ser el tirano, ó el verdugo que llevara siempre una espada pendiente sobre la
cabeza de los ciudadanos.
Representantes del pueblo, hijos de Bolívar, que los destinos os protejan
Desde mi patria, desde el seno de mi familia, mis votos constantes serán por la
prosperidad de Bolivia.
Chuquisaca, á 2 de agosto de 1828
Antonio José de Sucre
COMENTARIOS GASTON CORNEJO BASCOPÉ
Esta copia está extraída de un cuadernillo del presidente Carlos Blanco
Galindo, con su letra, copiada a lápiz y de su propio puño. El cuadernillo es
importado francés viene de la Librería y Papelería FLAMMARION 6 VAILLANT,
Galeríes de l´Odéon-PARIS
No tiene fecha la copia. Es posible que la hubiera efectuado cuando estudiaba en
Fonnnebleau o después cuando fue nombrado presidente de Bolivia, para recordar
en cada instante cómo fue el primer presidente de Bolivia el Gran Mariscal de
Ayacucho. Esta copia atesorada es un mensaje de patriotismo pocas veces
analizado y actualmente parece fuera de existencia en todo el territorio de la
ex República de Bolivia.
En todo caso manifiesta muchas facetas del gobierno de Sucre y sobre todo de los
valores patrióticos del general CARLOS BLANCO GALINDO.
Material histórico importante es obsequiado al nieto del Gral. Carlos Blanco
Galindo, Lic. Álvaro Moscoso Blanco.
Cochabamba, agosto de 2019.
Gastón Cornejo Bascopé.
He subrayado algunos conceptos importantes tanto en el Manifiesto de
Urdininea como en el de Sucre para que cada lector tome sus conclusiones
propias, yo insinuaré las mías.
Me impongo en recordar que en una antesala del H. Senado Nacional conocí una
copia añeja y maltratada de todo el Manifiesto, colgada apenas en una pared, muy
descuidada de su imposible lectura por el tamaño de impresión y la pátina de
polvo que la cubría. Reclamé el criterio del H. Senador Antonio Peredo quien
mostró relativo poco interés ya que en esos momentos (Legislatura 2006-2009) se
cambiaba la estructura política de la República a Estado Plurinacional; además,
me confesó que el personaje no le era simpático por aquello de que compartía
Sucre la simpatías de la dama de Olañeta añadiendo una sonrisa velada cargada de
ironía).
Sobre el Manifiesto de Sucre, guardo atesoradamente el cuadernillo ….
Cuadernillo Flamarion & Vaillantde las Librerías Papelerías . Galerías de
l´Odéon. Paris.En este, el ex Presidente Carlos Blanco Galindo, descendiente de
Pedro Blanco y custodio de las cartas de Sucre a Galindo y O´Connor, efectuó la
Copia del Mensaje del presidente de Bolivia Antonio José de Sucre al Congreso
Extraordinario de 1828- Al pie: Imprenta Boliviana.
Son 26 páginas escritas por él general Blanco Galindo, (descendiente del
Libertador Pedro Blanco y custodio de archivos históricos de León Galindo y
Burdett O´Connor, a lápiz , de su puño y letra. El gran personaje quiso plasmar
en papel y en su espíritu el gran mensaje del Mariscal de Ayacucho antes de su
partida de Bolivia.
Tal Manifiesto contiene párrafo
sublimes nacidos al calor de la espiritualidad y racionalidad
política del Soldado Filósofo. Sin embargo, tanto en datos
cualitativos como de registro administrativo, el estudio comparativo
con el Manifiesto de Urdininea, es contradictorio y confrontacional. Sucre afirma en selectos párrafos: “Del Perú se ha dicho que los bolivianos están descontentos de la Constitución y esta voz repetida por los agentes de allí entre nosotros y apoyada por un muy pequeño número de individuos, ha hecho que algunos tímidos se plieguen a las pretensiones de fuera, por deshacerla. Yo no he observado tal descontento de la Nación; pero si lo hay, toca a ella y no a los estranjeros el declararla. (descontento con la constitución vitalicia que dura más de dos años; en Perú apenas 50 días)De mi parte haré la confesión sincera de que no soy partidario de la Constitución Boliviana (atención: repetido varias veces por el mariscal Sucre); pero también, repito, que jamás, jamás reconoceremos reformas hechas en medio de las bayonetas enemigas y mucho menos aceptar que se divida a nuestros ciudadanos y muchos militares en introducirnos lo gérmenes de la anarquía, en formar partido y a mantener la discordia para que de este modo ejerza su Gobierno su influjo que le valga por la dominación. |
Es en el término del
mensaje donde está concentrada la verdadera trascendencia donde la prosa se
torna gloriosa y mide la estatura real de su personalidad y de su grandioso
espíritu)
Al separarme haré una confesión ingenua
que servirá de ejemplo a mis sucesores. Desde que estoy encargado del
Gobierno de Bolivia, mis sentimientos todos los he sometido a mis
compromisos con ella. Aún en las cuestiones que han ocurrido, con los
limítrofes, no he conocido otro lenguaje que el que ecsijía mi puesto
público, y por él han callado mis inclinaciones particulares.
Siguiendo los principios de un hombre recto he observado el de que en
política no hay ni amistades, ni odios, ni otros deberes que llenar sino la
dicha del pueblo que se gobierna. La conservación de sus leyes, su
independencia y su libertad. Mis amistades y mis afectos han sido en mi
administración por los amigos i enemigos de Bolivia. Han dado ecsistencia a
Bolivia que lo merecerán por tanto.
La Constitución (VITALICIA) me hace inviolable, ninguna responsabilidad me
cabe por los actos de mi Gobierno. Ruego pues, que se me destituya de esta
prerrogativa y que se ecsamine escrupulosamente toda mi conducta. Si hasta
el 18 de abril se me justifica una sola infracción de la ley, si las Cámaras
Constitucionales juzgan que hay lugar a formación de causa al ministerio,
volveré de Colombia a someterme al fallo de las leyes; ecsijo este premio
con tanto o más razón, cuanto que declaro solemnemente que en mi
administración yo he gobernado el bien o el mal, yo lo he hecho por fortuna.
La Naturaleza me ha excluido de entre esos miserables seres que la
casualidad eleva a la Magistratura y que entregados a sus ministros
renuncian hasta a las obligaciones de pensar en los pueblos que dirigen. Al
despedirme pido esta recompensa à los representantes de la nación, y si por
respeto a la ley la rehúsan al Presidente de la República de Bolivia que no
le nieguen a su Gran Ciudadano que con tanta consagración la ha servido y la
implora como la garantía que le ponga a cubierto de las acusaciones con que
la maledicencia y la envidia querían calumniarlo.
Aún pediré otro premio a la Nación entera y a sus administradores. El de no
destruir la obra de mi creación, a conservar por entre todos los peligros la
independencia de Bolivia y de preferir todas las desgracias y la muerte
misma de sus hijos, antes que perder la soberanía de la República que
proclamaron los pueblos y que obtuvieron la recompensa de sus generosos
sacrificios en la revolución.
Para alcanzar aquellos bienes en medio de los partidos que se agitaron 15
años y de la desolación del país, no he hecho gemir a ningún boliviano;
ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa; he levantado del
suplicio porción de víctimas condenadas por la ley; y he señalado mi
gobierno por la clemencia, la tolerancia, y la bondad. Representantes del
pueblo, hijos de Bolívar, que los destinos os protejan
Chuquisaca, á 2 de agosto de 1828.
Antonio José de Sucre
COMENTARIO Gastón
Cornejo Bascope
En conclusión, existieron francas disidencias entre el gobernador presidente
con su Jefe de Estado Mayor Urdininea, diferencias en cuanto a las fuerzas
armadas disponibles, en las definiciones logradas con Gamarra en el
Desaguadero; distancia, miramiento, desconfianza y finalmente persecución),
Gobierno totalmente foráneo con 18 autoridades extranjeras. No declara quien
le tomó prisionero. No existe una certificación ni información médica sobre
la magnitud de las heridas del brazo ni las complicaciones, esquirlas óseas,
supuración, defectos funcionales residuales. Toda su administración Sucre la
revela boyante. El Ejército debe alcanzar a mil hombres. Reconoce que el
costo de mantenimiento a las fuerzas colombianas es francamente oneroso. Que
su Jefe de Estado Mayor, Urdininea se mostró incapaz porque las fuerzas de
Oruro bastaban para desalojar a Gamarra. No dice porqué calló e ignoró la
conversación con Gamarra. El resto del Mensaje es una poesía política
inigualable.
Eran tiempos de varones ejemplares con sus naturales luces y sombras.
Comprenderlos en su medio y en su tiempo, guardarles el debido respeto
histórico sin emitir juicios de valor ofensivos. Ellos crearon nuestra
patria Bolivia.
La conclusión definitiva se revela por la disidencia personal de ambos
personajes. El hermetismo del presidente hacia Urdininea, que debió ser su
mejor hombre de confianza, explica el fracaso militar al término de su
gestión, la frustración personal en su partida y la distorsión histórica
repetida insistentemente por historiadores nacionales y extranjeros.
Revisar los datos históricos siempre es saludable y en este caso particular,
simplemente se revea un aspecto negativo en la relación humana del carácter
del Gran Mariscal sin menospreciar toda su gesta sublime.
BIBLIOGRAFÍA.
Manifiesto de Mariscal Sucre
Manifiesto del General José María Pérez de Urdininea.
Gastón Cornejo Bascopé
Cochabamba, febrero de 2020