Sucre fue
Presidente pese a muchas dificultades creadas por miembros del
Ejército libertador descontentos y a los propios políticos
bolivianos cuya ambición no les permitía aceptar como primer
mandatario a un extranjero. Sucre tenía el propósito de
abandonar el país en definitiva; pero la falta de recursos
económicos le impedía trasladar consigo a las tropas
colombianas.
En 1825 se proclamó en el Alto Perú la República de Bolivia, y
el mariscal Sucre fue designado como su primer presidente. En su
calidas de presidente de la Republica, Sucre convocó a una
Asamblea Constituyente que se reunió en mayo de 1825, en la cual
se manifestaron tres tendencias: una en favor de la anexión al
Río de la Plata, otra por la anexión al Perú, y la tercera
defendió la independencia absoluta. La mayoría acordó la
independencia total y solicitó al Libertador Bolívar la
redacción de un proyecto de Constitución.
El mariscal Sucre ejerció la Presidencia de Bolivia hasta 1828.
Sobre sus obras, se destacaron la educación para todos; la
creación de numerosas escuelas, colegios y universidades; y la
contratación de maestros extranjeros para fortalecer la calidad
en la educación. Sucre siempre manifestó un total respeto hacia
los indígenas; mejoró la agricultura, después de diez años de
desolación; estableció relaciones con la Santa Sede.
Durante la administración del Mariscal Sucre, el diputado por
Potosí, Presbítero Manuel Martín Cruz, hizo dictar la ley que
reforma el nombre de la República Bolívar por el de Bolivia: Se
reformo el pabellón nacional, sustituyendo la franja superior
verde, por la franja amarilla. Organizó la Corte Suprema de
Justicia el 16 de julio de 1827. Introdujo en Bolivia un
gobierno “modelo” al inaugurar el periodo republicano. Fue el
verdadero creador de Bolivia, su organizador inteligente y
esforzado. Hijo de Vicente Sucre y de Manuela de Alcalá. Se
alistó en las filas del ejercito patriota a la edad de 15 años,
destacándose como oficial de artillería y experto en
fortificaciones. Rasgos notorios de su educación y su carácter
fueron su extraordinaria capacidad de análisis, su
responsabilidad y su resolución.
Al abandonar Bolivia, el Mariscal dejó un mensaje, un
testamento “Aun pediré otro premio a la nación y a sus
administradores de preservar por sobre todas las cosas la
independencia de Bolivia”. Muy poco tiempo permaneció en
Quito, es su hogar, pues, fue nuevamente llamado por Bolívar que
le nombro comandante de la campaña para contrarrestar un ataque
peruano a Colombia. En la batalla del Portete de Tarqui alcanzó
su última victoria militar, esta vez sobre el ejército peruano
comandado por
La Mar y Gamarra. Elegido presidente del congreso fue víctima de
la politiquería que le impulsó a dejarlo todo y marcharse a
Quito. En la montaña de Berruecos, el 3 de junio de 1830, dieron
muerte al Mariscal de Ayacucho, Bolívar, verdaderamente
acongojado al recibir la noticia exclamó: “Se ha derramado la
sangre de Abel”. Posteriormente, comentó:”Yo creo que la
mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor
mío”. En Bolivia, la capital de la república lleva, honrada,
su nombre.
Rasgos
físicos Era
de estatura mediana, delgado y de buena apariencia militar. Su
rasgo facial más característico era el pelo ensortijado y negro
que ya retrocedía en las sienes, una prominente nariz aguileña,
ojos oscuros y penetrantes con cejas delineadas y arqueadas,
barba oscura, siempre bien afeitada, patillas elegantes y una
boca sensual y delicada.
Rasgos de su persolidad Un
hombre joven de gran inteligencia, fuerte, enérgico, audaz, muy
afectuoso y cortés para todos, muy apreciada por quienes le
conocían. Su modestia era grande, así como su abnegación y
talento. Era la encarnación de los más avanzados principios
republicanos y el más completo caballero. |